Por David L. Rogers
Un libro, una Ilustración de los Gobiernos
Los libros, que tanto nos enriquecen la vida, son una invención del siglo XVI. Antes todos los escritos fueron en rollos o pergaminos o en cartas. No existían los libros así como los conocemos hoy. Los libros están unidos por algo que la mayoría de los lectores ignoran: un empaste. Fue en el año 1.473 que el Sr. William Claxton en Gran Bretaña aprendió a utilizar la prensa para producir en masa los libros, siendo el primero en imprimir las leyendas de “La Guerra de los Troyanos” al juntar las hojas usando un empaste para sujetarlas. Previamente el Sr. Johann Gutenberg, en el año 1455 fue el primero en experimentar con las letras movibles utilizando una prensa para imprimir libros. Una vez que las páginas son impresas se tienen que juntar, armar y compaginar de una manera curiosamente “al revés”. Es decir, las primeras páginas están conectadas con las últimas páginas, y las de adelante en el libro se conectan con las de atrás. Lo que une todo el libro es la parte llamada la espalda del libro, una cubierta que la mayoría considera no-importante. El empaste hace que un libro sea un libro, porque de lo contario, sería nada más que una pila de hojas sueltas y separadas. Curiosamente aun previo a los eventos mencionados los chinos conocían y utilizaban los caracteres removibles para crear libros en chino desde una fecha cercana al año 1050 después de Cristo. ¡Por casi 1.000 años las civilizaciones del hombre se han beneficiado de lo que conocemos como el libro!
El empaste del libro es una analogía legítima del gobierno de un pueblo: debe unir a los ciudadanos, de manera casi imperceptible, pero con firmeza y durabilidad. El gobierno de un determinado país debe funcionar para que lo que es desigual o desconocido se pega, se junta, y se considere como algo íntegro de la sociedad. El problema es cuando el gobierno es demasiado débil, permitiendo que sean separadas las páginas del libro de manera fácil por las presiones de la sociedad. Es decir, un gobierno que no tiene elasticidad, pronto se triza y se permite que sus ciudadanos se separen o se distancien. Por otra mano, la realidad de un gobierno demandante, pesado y abusivo es como un empaste que no permite que el libro se abra, ni que se manipule porque está demasiado pegado y duro. Es como un empaste al cual se le aplicó demasiado pegamento, terminado con las páginas del libro trabadas, unificadas, pero restringidas. El libro no se puede aprovechar y leer.
Cuando el hombre se reúne o desea formar un grupo, una comunidad u organización, es natural y necesario que exista algún grado de administración. El conjunto de leyes y normas y ordenanzas que le permite gobernar ejemplifica y establece el gobierno. En la práctica las familias se unen alrededor de una matriarca o un patriarca, las tribus funcionan con un cacique o jefe, los clanes siguen a un anciano o una guía, y los pueblos también siguen a alguien… sea por elección, por heredad, por hazaña o por popularidad. Todos los grupos unidos en el mundo entero requieren de algún tipo de líder, de manera social, religiosa o nacional. El gobierno da carácter y unidad a la sociedad.
Bajo este precepto se forman los gobiernos. Sean informales o formales, sean altamente constituido o más bien relajado, los gobiernos existen para dictaminar leyes y prácticas para favorecer a los miembros de la sociedad. Su única razón de existir es para velar por el bien de las personas que gobierna. Vale decir, el gobierno existe para el pueblo, NO al revés. Esto lleva a que el gobierno debe funcionar dentro de parámetros acordados y aprobados por el mismo pueblo. Un gobierno sin el apoyo del pueblo mismo es una imposición o una manipulación de las personas. O peor aún, es una dictadura.
Respecto a la función del político y de la clase política, es fundamental entender que la masa de personas (vale decir, la gente, el plebeyo) ha permitido que los políticos gobernarles, siendo distintos que ellos mismos en su cosmovisión, mantengan una distancia práctica de la gente. Muy pocos ciudadanos comunes entienden la política, y menos quieren verse envuelto en ella. Esto porque mucho creen que la política es “sucia” o “deshonesta” o más aún, corrupta.
Las naciones grandes, compuestas por masas y sus ciudadanos subordinados, son pueblos que no les importa la labor o las responsabilidades de sus propios gobernantes. Los ciudadanos confían ciegamente que los políticos sean capaces para ejercer el poder político y que posean las cualidades o la valentía para proteger sus intereses nacionales y personales. Pero la triste realidad es que “el Siglo XX fue el más sangriento jamás” en la historia del hombre (Nancy Pearcey, p. 141) lo que puede señalar que los ciudadanos han perdido el control de sus gobiernos, y porque los gobiernos han aprovechado la confianza ciega que se les entregó.
En algunos lugares y contextos los gobiernos modernos, quizá más que en cualquier época de la historia del hombre, están atropellando al ciudadano a quien debe cuidar. El abuso del poder político hoy ha dejado a millones de personas sin la protección debida de un gobierno eficaz que está fundado en principios y conceptos correctos y por el diseño del Creador.
Nuestro objetivo en este estudio es de plantear algunos de los conceptos que la Biblia establece como sólidos y necesarios para el gobierno, y a su vez, examinar razones que apoyan y proponen una participación del creyente en los procesos del gobierno.
A modo de introducción, veamos algunos textos que demarcan los límites del gobierno humano:
- Génesis 9:5-6. El hombre que quite la vida a otro hombre sufrirá la pena capital. El gobierno tiene el poder sobre la vida de el que comete el crimen del homicidio contra su hermano. Pero Dios, a los que cometan el homicidio involuntario, proveyó de un refugio o un lugar protegido para el culpable. Esto demuestra que Dios hace una diferencia entre la muerte malintencionada y la muerte accidental.
- Éxodo 20:13 El quitar la vida de otra persona es prohibido con intención de hacerle daño a otro. Pero en el caso que un hombre le mate a otro porque le odia o porque le quiere hacer daño, el primero debe sufrir la pena de muerte. Esta pena será emitida por la autoridad del gobierno. Compare Ex. 21:12-15. Administrar la pena capital corresponde solo a los jueces y las autoridades. No le corresponde al individuo decidir cómo y cuándo aplicar la pena capital.
- La razón que el gobierno tiene el uso de la espada como instrumento de castigo, según Romanos 13:1-7, es para proteger al ciudadano, para emitir juicio y para honrar al hombre que fue creado en la imagen de Dios. Dios al gobierno le encargó con el deber de resguardar a las personas. Esto es porque cuando un hombre o una mujer atenta contra las otras personas está atentando contra el mismo Dios creador. Por lo cual Dios mismo demanda que otros hombres le aplican la espada o le detengan de hacer más daño a otras personas. Es una forma de proteger la inherente imagen de Dios en el ser humano.
- Este fundamento—del derecho sobre la vida del hombre—indica que el gobierno humano posee poder limitado, autoridad temporal, y la función de instituir leyes, ordenanzas y castigos a los ciudadanos que están bajo su supervisión y cuidado. Pero no indica cuál es el modelo mejor de este gobierno, ni tampoco el rol que el ciudadano juega en el ejercicio de estos poderes. Para ello tendremos que examinar ciertos modelos o ejemplos bíblicos.
[Próxima parte de este escrito desarrollará sobre: El cristiano y el mundo].
Bibliografía
Eidsmore, John, God and Caesar: Christian Faith and Political Action (Crossway Books, Westchester, 1984, Dios y el César: La Fe Cristiana y la Acción Política).
Feinberg, J. S., & Feinberg, P. D., Ethics for a Brave New World (Etica para un Mundo Nuevo Valiente, Westchester, IL: Crossway Books, 1993).
MacArthur, John, Piense Conforme a la Biblia, (Editorial Portavoz, Grand Rapids, 2004.)
Pearcy, Nancy R., Verdad Total: Liberar el Cristianismo de su Cautiverio a la Cultura (Editorial JUCUM, Tyler, Texas, 2014).
Sproul, R.C. Following Christ. (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 1996.)
Whitehead, John W., An American Dream (Crossway Books, Westchester, 1987, Un Sueño Americano).
David L. Rogers, misionero y profesor en Chile por 35 años, es graduado del Clarks Summit University, Clarks Summit, Pensilvania (1980, BRE) y del Seminario Teológico “Moody” de Chicago (1997, Masters of Arts). David y su esposa de 39 años, Ruth Ann, y sus cuatro hijos han servido en Santiago en la fundación de tres iglesias, donde además fundaron una editorial chilena que durante 14 años ha publicado libros, recursos y estudios originales en español. Su pasión es de capacitar a líderes locales capaces de guiar la obra de Dios con amor, humildad y destreza espiritual. También la apologética es una prioridad para David, y por ello, está cursando su segundo año en un programa de Masters of Arts in Apologetics en la Houston Baptist University. David y Ruth Ann tienen cuatro nietos preciosos quienes viven en los Estados Unidos con sus padres.