Por David L. Rogers
Parte I: Un libro, una Ilustración de los Gobiernos.
El cristiano y el mundo:
El mundo está mal por muchos motivos, algo parecido a lo que vivió Lot (Génesis 19:1-29 con 2a Pedro 2:6-7). Hoy vemos que el crimen se escapa de la mano de las policías quienes no logran frenar su aumento año tras año, la perversión sexual y moral está en plena calle, la familia está degradada y corrompida, los padres y las madres pelean y se atacan, resultando en consecuencias tan graves como el femicidio y el fratricidio, los niños y los adolescentes mienten a sus padres, odian a sus padres y aun matan a sus padres (parricidio), la corrupción abunda en las fuerzas armadas y los carabineros en donde la misma institución esconde los abusos financieros y éticos, los políticos se aprovechan de las excepciones de la ley a fin de lograr fines ilícitos, la sociedad promueve lo que antes era vergonzoso como es la homosexualidad, los “Drag Queens,” los Travestis, los “Queer” – todo tipo de práctica porque “no hay nada más relevante que la cuestión de su género” y las lesbianas quienes caminan por la calle sin recelo alguno acariciándose a vista de otros. En nuestro mundo ya reinan los extremos sin límite. Estamos rodeados de peligros por ataques terroristas, por sicarios que se desquitan matando a sangre fría con armas automáticas, hay protestas y marchas para toda clase de causa y la sociedad está cada vez más revolucionada y alterada. Vivimos en un mundo realmente autodestructivo.
En otro tiempo, Lot sintió el peso del pecado de manera que estaba “abrumado” (2 Pedro 2:7, LBLA) por su cultura. No por nada se vive hoy, como en aquel tiempo, y claro, se experimenta las expresiones y prácticas nada menos opresivas frente al pecado y el libertinaje que se vive hoy. El pecado sobreabunda y permea la sociedad a tal punto que el que temeroso de Dios no sabe qué más puede hacer para ayudar a frenar este desenlace desenfrenado.
Por todo esto, se puede concluir que nuestro mundo es menos que moderno. El posmodernismo ha creado una realidad de extrema perversión. Me explico. El modernismo como movimiento o como postulación social y cultural aceptaba y creía que había verdades que eran objetivamente universales. Esas verdades definían lo que era bueno o malo, verdadero o falso, aceptable o intolerable. Sin embargo, el modernismo falló porque descartó y desmintió muchas de las verdades tradicionalmente aceptadas, tales como la definición de lo correcto, la necesidad de una moral objetiva, y la verdad de que existía un Dios verdadero y conocible. El modernismo puso en tela de juicio todo lo que nuestros abuelos, desde el Siglo XIX y hacia atrás, creían y confirmaba. En su lugar, durante los años 1930 en adelante, la gente cuestionó qué era verdad y el movimiento del postmodernismo teológico y moral o ético inundó la educación. Ya no se creía que había verdades objetivas. Lo racional y lo lógico era desmentido, descartado, y reemplazado por lo conveniente, lo tolerado. Nadie podía decir a otro que sus creencias fueran universales ni absolutas.
Esto del postmodernismo dividió lo objetivo de lo subjetivo en una especie de casa de dos pisos. Dividió lo que era intelectual, científico y racional, juntándolos en el “primer piso” de la filosofía, en donde las cosas nombradas eran objetivas, reales, seguros y superiores. Estos últimos los divorció del “segundo piso” de la esfera de lo emocional, religioso, moral y ético. El primer piso es donde se ubican las “verdades públicas” siendo las cognitivas, verificables, objetivas. El segundo piso es donde se ubican creencias subjetivas, relativas, culturalmente definidas y en especial las ideas-preferencias individuales o personales. Desde la década de los ´70 en adelante la definición de lo que era verdad o no, lo que era racional o no, y lo que es personal versus lo que es público se han dividido y apartado de manera plena. Todos los postmodernos (sépanlo o no) creen que la fe, la religión y las morales son valores personales y por ende no son universales ni son objetivas, y menos son racionales. Son simplemente relativas. Es como quien dice, “Tú tienes tu verdad, yo tengo la mía. No hay una verdad universal.” La sociedad ahora acepta y actúa a base con los dos pisos, o dos “reinos” de verdad: la verdad personal y la verdad cultural o social. Esto es el postmodernismo. Y ello ha infiltrado posteriormente en la cultura, también en la política y en el acto de gobernar.
Es en este segundo ámbito que se define o se inserta la política moderna. Pero ¿Cómo se está infectando el postmodernismo a la política actual? Todos los hemos escuchado: a los influenciadores de la opinión pública quienes dicen cosas como, por ejemplo: “No se puede legislar la moralidad,” o “El estado no debe fomentar ni promover ninguna religión en especial,” o por ejemplo “deja tu fe en casa cuando vengas a realizar tu trabajo en el congreso.” Estos y otros dichos hacen echo de la filosofía secularizada para con el lugar de la fe y las creencias. Vale decir, de la separación entre la verdad objetiva versus las creencias personales.
La casa del gobierno, el senado, la oficina del alcalde, ¿son acaso lugares donde no corresponde, o donde no hay lugar para la fe pública? No fue así cuando Chile se fundó. El mismo Simón Bolívar, creador intelectual de la primera constitución de Chile y de varios países de Latinoamérica, fue un creyente férreo en la dignidad del ser humano porque estaba basado en la santidad de vida otorgada por la Biblia misma. La historia de las revoluciones latinoamericanas demuestra que Simón Bolívar sabía el valor de la moral, las leyes basadas en la misma Ley divina. Entonces, cuando Chile nació, al igual que muchos de los países en el continente sud americano, la fe y las creencias cristianas influyeron fuertemente en la formación de las constituciones originales.
Desde esta mira preguntamos: ¿debe el cristiano contemplar integrarse en la clase política o ser un líder político? ¿Qué sucede si un creyente se integra al mundo de los políticos o de los que gobiernan la nación? La Biblia entrega amplios ejemplos de personas—tanto hombres como mujeres—quienes sí, formaron parte de la clase política y quienes fueron insertos, a veces a la fuerza, al liderazgo o la gobernación de un país. De ellos podemos sacar importantes ejemplos de cómo y por qué un cristiano hoy también puede tener una influencia en la dirección de su país.
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Consideraciones bíblicas:
En primer lugar, a través de la historia del pueblo judío, se ven varios “hombres políticos” que, sin ser reyes ni generales, fueron parte de un gobierno, el cual hasta a veces era totalmente pagano. Una breve lista sirve para mostrar que la integración a una administración de un rey u otro les proveyó de muchas oportunidades influyentes e importantes.
Por Ejemplo:
Nehemías, el asistente personal del rey de Babilonia. Siendo un hombre de confianza del rey Artajerjes, Nehemías estaba dotado de especial influencia tanto en las leyes como en la toma de decisiones del rey. Nehemías fue seleccionado por Artajerjes porque poseía las cualidades de un hombre imparcial, confiable y sabio. (ver Nehemías 2:1-10). Demostró las cualidades necesarias para ser un líder a nivel real y con una influencia clave para el gobierno de Babilonia.
Daniel, el gobernador real, primer ministro de Babilonia. En el mismo país que Nehemías, Dios preparó a un joven, de entre 17 a 22 años quien accedería al palacio de Nabucodonosor, en función de un miembro del gabinete de rey. (Considera Daniel 1 y 3). Daniel poseía un don especial: poder interpretar los sueños. Esta habilidad divina fue estratégica para el momento que vivía la nación judía a ser un defensor de dicho pueblo.
José, el esclavo hecho vice rey, segundo solo al mismo Faraón. Otra vez, un gobernante que fue ascendido por sus capacidades extraordinarias de poder interpretar los sueños. No es eso, sin embargo, la condición necesaria para lograr este puesto importante. José se destacó primero en la cárcel por ser un administrador excelente.
Estudia Génesis 41:1-46, esp. v. 14-16, 46
En el contexto israelita, Moisés fue un legislador por excelencia. Moisés, claramente nombrado por el Dios de Israel, conoció sus primeros lineamientos de la legislación nacional cuando en Egipto, siendo considerado el hijo de la hija de Faraón, le enseñaron sus leyes junto con sus respectivos castigos y condenas.
En otra época al momento de nacimiento de la iglesia primitiva, también hay muchos ejemplos y enseñanzas específicas. No hay que olvidar que los apóstoles y los cristianos del primer siglo no buscaban estar involucrados en la política, pero por necesidad, fueron obligados a enfrentarse con el sistema político del día.
Ejemplos del Nuevo Testamento:
1) Hechos 4:8-20 con 1 Pedro 2:13-17–los apóstoles reconocían y respetaban tanto las autoridades judías, así como las romanas. Esto quiere decir que el cristianismo no fue un movimiento revolucionario en contra del orden establecido. Los temas al eje del trato con el gobierno son respeto, honor, el actuar siendo hombre/mujeres libres en una manera digna, y la sumisión a las autoridades. El mismo Apóstol Pedro quien respondió con valentía y firmeza que no podía desobedecerle a Dios, a pesar de la orden dada por el Sanedrín, es el mismo Pedro que exhortó a los cristianos perseguidos a someterse al gobierno del hombre. Solo cuando las órdenes del gobierno fuesen en contra de la voluntad de Dios era posible y aceptable (pero no recomendable) actuar contrarios a las mismas y esto sabiendo que el cristiano sufriría por ello cual hicieron eventualmente.
2) Hechos 4:19-20; 5:29-30—al enfrentar las leyes humanas que iban en contra de la ley de Dios, los apóstoles tomaron una posición en contra, mostrando así sus convicciones personales. El conflicto en ambos pasajes se originó a causa de la libertad de expresión personal, no para la iglesia. Esta represión contra ellos fue entendida como algo permitido por el Señor. Pero los apóstoles siguieron predicando y enseñando en desobediencia a las autoridades de la nación judía. Por lo tanto, se ve en estas acciones la posibilidad de la desobediencia civil que en ocasiones sucede. Junto con ella, también comenzó la persecución contra la iglesia. En resumidas cuentas, la libertad de expresión fue tan valiosa que los apóstoles estaban dispuestos a sufrir por ella, sabiendo que no podían desobedecer a Dios (Hechos 4:20).
3) Hechos 4:13; 5:1-11, 26, 39; 26:26–La actitud tomada por los apóstoles y la hermandad en general les dio una excelente plataforma del cual podían dirigirse a los asuntos morales, éticos y políticos, teniendo como respaldo un estilo de vida radicalmente diferente que la sociedad, pero no radical en su actitud hacia las autoridades civiles. Nunca intentaron crear una tendencia en contra de las autoridades, pero tampoco se escondieron su actuar (Hechos 26:26).
Entendemos que los apóstoles mantuvieron una actitud de reverente respeto hacia el Sanedrín, hacia las autoridades políticas de la nación de Israel y también hacia el gobierno reinante, los romanos. Pero, por otra parte, no fueron tímidos ni esquivos al defender sus convicciones de que la voluntad de Dios para la iglesia incluía, según el caso, marcar una diferencia entre la libertad de culto y la expresión personal de la misma y las prácticas represivas de los líderes judíos cuando se manifestaron en contra de la iglesia. Nadie ni nada superaba la Palabra de Cristo al ser testigos de su Nombre. Ni siquiera las autoridades patriarcales de una nación corrupta que había vendido su alma al gobierno opresor romano.
¿Cuáles principios podemos extraer de estos eventos? Son al menos tres:
1) El respetar a las autoridades de una nación no elimina la posibilidad de discrepar de sus órdenes y hasta incluso desobedecerlas. Aunque el creyente corra el peligro de sufrir por ello, le será necesario en esta situación pedir al Señor la gracia para aguantar las consecuencias.
2) Los creyentes abogamos por la libertad de expresión, la libertad de culto y la libertad de prensa. Estas libertades pueden ser costosas al defenderlas. El derecho que se debe defender para efecto de predicar el Evangelio y de vivir una vida tranquila lo debemos defender al igual para todos de cualquier religión, credo, fe o doctrina, sabiendo que, al hacerlo, se defiende un derecho esencial de la vida.
3) De particular importancia es la conclusión fundamental que la iglesia de Cristo no posee ni la exigencia ni el privilegio de controlar, manejar, dirigir ni castigar las autoridades civiles. La iglesia de Cristo posee otros fines de mayor calibre y duración que los que se ve el gobierno humano posee. No es la iglesia universal ni local un mero siervo de las autoridades gubernamentales ni tampoco es un bastón para castigarlo.
Ahora conviene pasar a considerar los aspectos fundamentales del modelo bíblico de la sociedad y, por ende, el gobierno civil.
Bibliografía
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