Por David L. Rogers
Parte I: Un libro, una Ilustración de los Gobiernos.
Parte II: El cristiano y el mundo.
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Dios y las tres instituciones:
Fundados en la creencia que la Biblia posee la autoridad total como la Palabra de Dios, siendo inspirada por Su Santo Espíritu, es importante reconocer que Él ha establecido tres instituciones, las cuales son absolutamente cruciales para la buena operación de la vida del hombre y para la sociedad. Es como la ilustración al comienzo de este estudio: el empaste de un libro que une y junta todas las hojas sueltas, y así forma un total cohesionado. Las tres instituciones son:
- La Familia–ella es una “piedra angular” para la sociedad, la cual deberá reflejar el orden de la Deidad (véase I Corintios 11:3 comparado con Efesios 5:21-32, y también Génesis 1:26-28). A través de la familia, Dios estableció la función del orden personal e individual. La familia es responsable de traspasar a los hijos las normas de vida que Dios el Diseñador Maestro inculcó en el hombre por su conciencia y por la moralidad. Luego, Dios estableció otra institución.
- El Gobierno—es una piedra fundamental la cual cumple otra función, una función que claramente NO ESTA EN MANOS DE LA FAMILIA A REALIZAR, y esta es para mantener orden, proteger al ciudadano y castigar al infractor de la ley (en Génesis 9:5-7; Romanos 13:1-7). Por medio del gobierno, Dios fija el padrón de la responsabilidad del hombre para con su semejante.
- La Iglesia–esta última institución fue establecida por Dios de modo muy diferente que el gobierno y la familia. En este caso El mismo la formó a través del precio que pagó con la sangre derramada por Su propio Hijo, Jesucristo. Esta institución tiene que ver con un area totalmente diferente, de igual modo, que las otras dos. Su función es compartir el orden en el ámbito espiritual y personal, en el contexto de un cuerpo vivo y capacitado por el mismo Espíritu Santo. (Mateo 16:15-18; Hechos 2; Hebreos 8:6-13)
Entonces, estas tres instituciones, diseñadas y forjadas por el Señor mismo, cumplen cada uno con un fin distinto y con una función interrelacionada, pero NO necesariamente dependiente o sujeta a la otra. En un sentido, cada institución que Dios fue formando fue construida sobre la debilidad de la institución que la antecedía. Es más, existe también una distinción muy importante entre cada una de estas tres instituciones. Es saber dónde distinguir y cómo separar cada una que al creyente en Cristo le cuesta. Este es el desafío que ahora nos toca.
Existen básicamente, a través de la historia del cristianismo cuatro perspectivas del CONCEPTO DE LOS DOS REINOS. Las flechas indican autoridad y poder sobre los grupos respectivos de las personas indicadas. La línea también señala una jerarquía establecida por motivo de la fuente de su autoridad.
1. El Concepto Católico Romano:
El Papa Bonifacio VIII, en 1.302 declaró el siguiente patrón:
2. El Concepto Anabaptista: (Siglo XVII)
3. El Concepto Calvino:
4. El Concepto Luterano:
5. Un Modelo Evangélico Para Hoy:
Los modelos tradicionales de gobierno desde la edad media en adelante tienen sus adherentes modernos en varias partes del mundo. Solo que en algunos casos hay quienes se toman el lugar de Dios, creyéndose la autoridad máxima nacional y final cuando tratan de obligar a todos a acatar a sus preceptos “inspirados.” El primero de ellos, el concepto católico romano, se distingue por la idea que Dios no controla el mundo del estado salvo por medio de la iglesia, y por lo tanto la iglesia está “a cargo” del mundo del inconverso, con o sin su beneplácito. Este modelo representa una autoridad unilateral y exclusiva sobre todos los seres humanos.
El modelo Anabaptista, fundado principalmente en Colosenses 1:12-13, separa el mundo y la sociedad en dos grandes grupos: el grupo de los que son “del reino de las tinieblas” y el reino del glorioso Hijo de Dios. Los dos reinos no pueden, ni deben, entremezclarse. Históricamente, y en la práctica, esta ha sido la postura de los pentecostales y los ultraconservadores en países democráticos.
El modelo de Juan Calvino es particularmente estricto en que su signo vital está relacionado con el dirigir del gobierno humano por la iglesia, pues la Iglesia representa los intereses divinos, y el estado cumple sus deseos y sus designios. Este modelo coloca en manos de las autoridades eclesiásticas la máxima responsabilidad de velar por el bien de la sociedad al igual que la iglesia de Cristo.
Martin Lutero tenía un pensamiento que abogaba por más distancia entre la iglesia y el estado, pero no de manera tajante, pues Dios es quien reina sobre ambos. Este modelo opera dentro de un estado “laico” y una Iglesia “separada” del estado. Puede haber colaboración entre los dos, pero no una obligación ni una exigencia del uno hacia el otro. Históricamente este modelo es el que más fue adaptado por los fundadores del experimento democrático en los Estados Unidos originalmente.
Finalmente, el modelo de este autor se llama “un modelo evangélico para hoy” al referirse a tres realidades. Primero, no ignora y, es más, resalta la soberanía de Dios sobre tanto la iglesia como el estado, no importando si es un estado democrático o no. Dios “pone reyes y quita reyes” (Daniel 2:21) en todas las naciones de este mundo. Segundo, de particular importancia es la creencia que la iglesia local o nacional no es el ente que Dios usa para dirigir o para restringir al estado. La iglesia existe para la edificación del creyente, la evangelización del inconverso y la exaltación del Señor de señores, Jesucristo mismo. El estado no opera en torno a estas finalidades. Y, en tercer lugar, este es un modelo que promueve la responsabilidad del creyente a servir a las demás personas como un instrumento de justicia en un mundo perverso a través de una interacción y una influencia positiva, proactiva y santa por medio de la política y los labores comunitarias, estatales, federales y militares.
Textos relacionados: Tito 3:1; 1 Tim. 2:1-2; Romanos 13:1-7; 1 Pedro 2:11-17. El último gráfico difiere de los anteriores en el énfasis dado al deber del creyente a ejercer una influencia piadosa, temerosa de Dios sobre las instituciones humanas. No por ser parte del Reino de los Cielos se excusa el creyente del privilegio (o del deber) de ser ciudadano de una determinada nación o país. En las palabras del famoso autor antiguo: “Lo único que tiene hacer el hombre bueno para que la maldad reine, es no hacer nada.”
Cómo se aplica a la política moderna:
Ser un creyente hoy posee riesgos inherentes e inevitables. Siempre hubo un grado de peligro. El peligro, sin embargo, no es causa justificada para evitar el campo de la política como una manera que los creyentes ejerzan una influencia positiva en la sociedad. Ser ciudadano del cielo no quita el deber de ser un representante moral y recto del cielo en la tierra. ¡Las Escrituras lo avalan, y la historia también!
En segundo lugar, reconocemos que nunca la Biblia excusa al creyente de dar testimonio de su fe aun en los lugares altos del gobierno. Los ejemplos mencionados en el Antiguo Testamento avalan esta verdad. Josué rescató la nación de Egipto de la triste situación de una hambruna. Daniel guio el rey más poderoso del mundo oriental a prepararse para cambios inevitables. ¡Nehemías fue el instrumento de Dios primero en la corte de un rey asiático seguido por la obra de reconstrucción más sobresaliente de la historia antigua! Cada uno de ellos tuvo una voz y un ejemplo crucial en el plan de Dios para las naciones. También hoy Dios ubica a hombres y mujeres en lugares estratégicos para dar testimonio de El en los gobiernos “paganos” y secularizados.
Finalmente, es por el camino de la formar una influencia en la política que muchos más conocerán a Dios. No debemos pensar que la labor primordial de la iglesia es para salvar la sociedad ni el poder reinante. Pero es una necesidad secundaria orar por las autoridades (1 Timoteo 2:1-3) y también colaborar con ellos en la gobernación del país al ofrecerles la luz del Evangelio. Si bien es cierto, la deshonestidad y la corrupción tan prevalente en el mundo político hoy no se dista de las mismas tristes condiciones de la banca financiera, la medicina, la educación, la producción y la industria o cualquier otro campo laboral. Con una mira firme puesta en el Dios soberano, el cristiano hoy puede glorificarle a Cristo a través de una buena preparación académica y profesional y así servir a su pueblo o nación. Cuando Dios opera a través de él o ella, en campo político muchos verán que seguir a Cristo le abre puertas en toda carrera y todo aspecto de la vida.
Evitar el mundo político solo lo abandona a sus propias deliberaciones humanas ciegas, las que eventualmente terminarán en el clausurar las oportunidades de servir a Dios al glorificarlo en el mundo de la política. Por esta razón, vamos hacia una influencia santa en un ámbito donde el poder y el dinero corrompan, pero haciéndolo con convicción de que Dios es más grande que los reyes, y que aun allí Él nos proveerá con la determinación, la inteligencia, la fuerza y la claridad para ver cómo implementar leyes, normas y proyectos que abogan por la santidad de la vida y por el nombre de la verdad.
En conclusión, considere cómo Cristo mismo intervino en y respondió al gobierno de su día:
“En resumen, Jesús rechazó la idea del estado como un absoluto, pero tampoco levantó una guerra en contra de él. A quienes deseaban poner el estado como autoridad absoluta, les recordó que tenían que entregar a Dios lo que es de Dios. A los que querían sublevarse en contra del estado, les exigió que entregaran a César lo que le pertenecía. Jesús actuó tanto como sujeto a la autoridad general del estado mientras vivía por encima de lo mismo al cumplir su misión y ministerio. La enseñanza de Cristo y la función del estado cruzaron en aquellos puntos donde la enseñanza moral de Jesús valía para acusar a los en el poder, y en puntos donde el interactuó con los intocables políticamente y socialmente a fin de satisfacer las necesidades de ellos…” (Fienberg y Fienberg, 1993, p. 389).
El reto pendiente para un creyente y seguidor de Cristo es vivir de acuerdo con el mismo patrón hoy.
Bibliografía
Eidsmore, John, God and Caesar: Christian Faith and Political Action (Crossway Books, Westchester, 1984, Dios y el César: La Fe Cristiana y la Acción Política).
Feinberg, J. S., & Feinberg, P. D., Ethics for a Brave New World (Etica para un Mundo Nuevo Valiente, Westchester, IL: Crossway Books, 1993).
MacArthur, John, Piense Conforme a la Biblia, (Editorial Portavoz, Grand Rapids, 2004.)
Pearcy, Nancy R., Verdad Total: Liberar el cristianismo de su Cautiverio a la Cultura (Editorial JUCUM, Tyler, Texas, 2014).
Sproul, R.C. Following Christ. (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 1996.)
Whitehead, John W., An American Dream (Crossway Books, Westchester, 1987, Un Sueño Americano).
David L. Rogers, misionero y profesor en Chile por 35 años, es graduado del Clarks Summit University, Clarks Summit, Pensilvania (1980, BRE) y del Seminario Teológico “Moody” de Chicago (1997, Masters of Arts). David y su esposa de 39 años, Ruth Ann, y sus cuatro hijos han servido en Santiago en la fundación de tres iglesias, donde además fundaron una editorial chilena que durante 14 años ha publicado libros, recursos y estudios originales en español. Su pasión es de capacitar a líderes locales capaces de guiar la obra de Dios con amor, humildad y destreza espiritual. También la apologética es una prioridad para David, y por ello, está cursando su segundo año en un programa de Masters of Arts in Apologetics en la Houston Baptist University. David y Ruth Ann tienen cuatro nietos preciosos quienes viven en los Estados Unidos con sus padres.