Por Richard Howe
En nuestra reciente transmisión en directo sobre la verdad, demostramos cómo la comprensión adecuada de la naturaleza de la verdad y el reconocimiento de que la verdad sobre la realidad es objetiva y conocible son cruciales para llevar a cabo adecuadamente tanto la apologética como el estudio de la Biblia. También hablamos de que el lenguaje es capaz de comunicar la verdad objetiva sobre la realidad, incluida la comunicación que se encuentra en la Biblia. Aquí queremos dar algunas reflexiones preliminares sobre cómo entender adecuadamente la verdad objetiva que encontramos en las páginas de la Escritura.
¿Todo lo que dice la Biblia se aplica a nosotros hoy?
En primer lugar, ¿aplica todo lo que dice la Biblia a nosotros hoy? Yo (Richard) estaba en una discusión sobre la interpretación de la Biblia cuando surgió esta pregunta. Le dije a mi amigo que parece que la respuesta debe ser “no”. Para exponer mi caso, apelé a lo que me pareció un ejemplo relativamente poco controvertido de Mateo 21.Los versículos 1-2 nos dicen: “Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús entonces envió a dos discípulos, {2} diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadla y traédmelos“ (LBLA). Me pareció obvio que ninguno de nosotros tiene hoy la obligación de llevar un burro a Jesús. Claramente, la orden de Jesús era para los discípulos presentes con él en ese momento y no era una prescripción para todas las épocas para que nosotros soltemos un burro y se lo llevemos.
Sin embargo, debo añadir rápidamente que, basándome en haber escuchado algunos de los sermones y estudios bíblicos más ridículos, no me sorprendería que en algún púlpito un domingo se predicara el sermón “¿Has soltado el asno para Jesús?”. Al pensar en cómo se vería una “teología del asno” en todo el mundo cristiano, tuve que concluir que los cristianos calvinistas reformados se mantenían firmes en la idea de que no se puede aflojar el propio asno. En cambio, Dios tiene que soltar soberanamente tu asno por ti. Sin duda, Dios sólo lo hace por sus elegidos. Evitaré la complicada tarea de tratar de arbitrar el debate entre los Supralapsarianos que sostienen que los decretos de Dios están tan ordenados que Dios decreta atar el asno primero y luego decreta aflojar los asnos para los elegidos, frentes a los Infralapsarianos que sostienen en que el decreto final de Dios fue que sus elegidos tuvieran sus asnos desatados y sólo después decreta tenerlos previamente atados.
Los bautistas, por supuesto, son conocidos por su grito de guerra: “¡Una vez desatado, siempre desatado!”. Los arminianos no sólo están en desacuerdo con los calvinistas sobre si alguien tiene el libre albedrío para soltar su propio asno, sino que advierten del peligro de perder su asno en el camino de llevarlo a Jesús.
Apartándose de las ramas más conservadoras de la fe, uno notará que los cristianos liberales sostienen que no tiene que ser literalmente un asno lo que se lleve a Jesús. Puede ser cualquier animal de granja siempre que se sea sincero. Alejándose aún más del núcleo evangélico, los pluralistas radicales creen que ni siquiera tiene que ser necesariamente Jesús a quien se le lleve el asno. Puedes traer tu asno (u otro animal de granja) a Krishna, o a Buda o a otros. Por último, los de la nueva era instan a todo el mundo a hacerse uno con su asno. [No puedo atribuirme el mérito de esto último, ya que me lo sugirieron una vez cuando estaba contando este chiste].
Se podrían citar otros pasajes, como el del asno, que parecen derrumbarse en lo absurdo cuando se les fuerza a aplicarse a nosotros hoy. Cada vez que me encuentro con un cristiano que parece estar demasiado lleno de sí mismo en cuanto a lo obedientemente que cree estar viviendo los mandatos de la Biblia, le pregunto si ya ha saludado a Rufo. Después de todo, ¡podemos ver que en Ro 16:13 se nos ordena hacerlo!
Dejando a un lado los casos en los que Mateo 21:1-2 o Romanos 16:13 sólo podrían aplicarse a nosotros hoy mediante la más ilegítima maniobra interpretativa, una lectura sobria de tales pasajes nos hace conscientes de que, con cualquier lectura bíblica, tenemos que llegar a un acuerdo sobre si se aplica o no a nosotros hoy.
El reto de los pasajes descriptivos frente a los normativos (prescriptivos)
Además del desafío anterior (en realidad un primo cercano de éste) está el problema de distinguir los pasajes descriptivos de los normativos (o prescriptivos). Un enunciado descriptivo es aquel que se limita a expresar lo que es una situación, es decir, la describe. Un enunciado normativo (o prescriptivo) establece lo que debe ser una situación, es decir, prescribe una situación. Seguro que has oído el viejo chiste del adolescente “hippy” de pelo largo que quería que su padre le comprara un coche. El padre, que se había cansado del pelo largo de su hijo, le dijo que le compraría un coche sólo si el hijo se cortaba el pelo. El hijo respondió: “¡Pero papá, Jesús tenía el pelo largo!”, a lo que el padre replicó: “¡Sí, y también iba caminando a todas partes!”. Lo que el chiste señala es la cuestión de si, porque Jesús hizo X, nosotros, como sus seguidores, debemos hacer X. Recuerdo muy bien, cuando era joven y un nuevo cristiano, a mis líderes espirituales instando a que nos levantáramos temprano en la mañana para orar tal como lo hizo Jesús en Marcos 1:35. No se daban cuenta de que estaban preparando a este noctámbulo para una experiencia de discipulado de lo más sombría debido a mis repetidos fracasos a la hora de salir de la cama lo suficientemente temprano por la mañana.
Sin embargo, estas consideraciones pueden llevarle a uno rápidamente a cuestiones que son menos divertidas y más controvertidas o divisivas. Consideremos Malaquías 3:10, que nos ordena “Traed todo el diezmo al alfolí” después de lo cual Dios ha prometido que “abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Olvida el deseo de tener un dólar cada vez que se predica este pasaje en una iglesia contemporánea para defender una doctrina del diezmo para el cristiano. Estoy seguro de que esa predicación ya ha aportado muchos dólares. Pero, ¿es el diezmo algo obligatorio (o incluso esperado) para el cristiano? ¿Es la iglesia cristiana un ” depósito “? ¿Es obvio que el pasaje es prescriptivo para hoy?
Si estas cuestiones no fueran lo suficientemente divisivas, ¿qué hay de Hechos 2:4?
Los primeros discípulos estaban reunidos en el aposento alto. Cuando el Espíritu Santo los llenó, ellos “comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse”. ¿Es una experiencia de este tipo normativa para el cristiano de hoy? ¿Debemos buscar esa experiencia? ¿O es que esta experiencia era algo sólo relativo a lo que Dios estaba haciendo en las primeras etapas de la Iglesia?
El problema de moralizar o alegorizar
Con más frecuencia de la que me importa contar, he escuchado sermones en los que se “moraliza” un determinado pasaje. Esto significa que el predicador toma el pasaje, intenta extraer algún principio moral del mismo y luego lo aplica a nuestra vida actual. ¿Qué puede haber de malo en esto? Al fin y al cabo (se preguntarán algunos), ¿no es ésta la propia vocación de un predicador con respecto a la Biblia? El problema surge cuando, al tratar de extraer esos principios morales, el intérprete tiene que alegorizar el pasaje. Varios elementos del pasaje (la mayoría de las veces, aunque no siempre, una narración histórica) reciben una interpretación alegórica (o “espiritual”).
¿Cuántas veces has oído predicar 1 Samuel 17:38-39 para enseñar que no debemos intentar adoptar el “llamado” o el “ministerio” de otra persona para nosotros mismos? Por el contrario, debemos tratar de descubrir cuál es el ministerio único de Dios para nosotros en nuestro propio “llamado”. Esto, podría insistir el predicador, fue lo que descubrió David cuando intentó ponerse la armadura de Saúl, sólo para descubrir que no le quedaba. Para David tratar de hacer la voluntad de Dios en esta situación usando la armadura de Saúl (en lugar de seguir adelante con lo que Dios lo había equipado) era el camino equivocado. Una vez que descubrió que la armadura de Saúl no le quedaba bien (es decir, una vez que descubrió que Dios no pretendía que David trabajara dentro de lo que Dios le había dado a Saúl) entonces David “se la quitó”. Ya conoces el resto de la historia. Así que, la conclusión es que si quieres tener éxito en la voluntad de Dios para tu propio ministerio, no trates de “tomar prestado” el “llamado” o “equipamiento” de otra persona.
Si esa lección no te suena, seguro que más de una vez te han animado sobre cómo “matar los gigantes de tu vida”. La conocida historia de David y Goliat siempre se ha predicado (a mi entender) como una alegoría. Es (según la interpretación común) la clásica historia del triunfo del débil. Goliat representa (es decir, es una alegoría de) los obstáculos aparentemente insuperables que todos encontramos de vez en cuando en nuestras vidas. Pero con la ayuda de Dios, podemos tener la esperanza de poder superar esos obstáculos matando a esos “gigantes” que encontramos. ¿Qué puede ser un mensaje más edificante con el cual salir de la iglesia para afrontar nuestra semana?
A veces, el esfuerzo que se hace para que un pasaje se “predique” a sí mismo empieza a agotar la credibilidad. Aunque pocas personas con las que he discutido el tema verían algo malo en la interpretación anterior del pasaje de David y Goliat, casi me caigo del banco cuando escuché a un predicador animarnos a todos a “aligerar las cargas” en nuestras vidas, basándose en los “principios” que vio en Hechos 27:18: “Al día siguiente, mientras éramos sacudidos furiosamente por la tormenta, comenzaron a arrojar la carga;”. Si tu vida se está convirtiendo en una carga demasiado pesada, tal vez debas considerar aligerar tu carga. Lo que lo hizo aún peor; el predicador admitió al principio de su sermón que probablemente no era esto lo que este pasaje estaba enseñando. Aparentemente, la alegoría era demasiado difícil para él como para resistirse a extraerla para su sermón.
Sin embargo, sería negligente si no visitara el ejemplo más notorio de alegorización de un pasaje en un sermón público. Hay varias versiones de los relatos. La mayoría de las versiones que he escuchado provienen de personas que afirman haber escuchado realmente a un predicador predicar el pasaje de esta manera. Luego añaden rápidamente el chiste que tan inteligentemente han pensado mientras estaban sentados en el banco escuchando el sermón. Mientras el predicador está predicando sobre Jesús montado en el burro para su entrada triunfal, observando cómo el burro está “llevando a Jesús al mundo”, haciendo la aplicación de cómo nosotros, también, debemos ser un “burro para Jesús” para “llevarlo” a nuestro mundo como (para extender la aplicación) la Gran Comisión ordena, ¡el que cuenta la historia comenta lo afortunado que es que el predicador no está predicando de la versión King James de la Biblia!
Algunos comentarios sobre la cuestión de los versos “fuera de contexto”
Todos los puntos anteriores se engloban dentro de la hermenéutica; la ciencia de la interpretación textual (en este caso, bíblica). Parecieran incontables los libros que se han escrito sobre hermenéutica. Lamentablemente, demasiados de esos libros se han visto comprometidos (en mayor o menor medida) por la mala filosofía; concretamente, las cuestiones filosóficas en torno a la naturaleza del lenguaje, la naturaleza del significado, la relación del lenguaje con la realidad y la naturaleza de cómo se transmite el significado desde el significante al lector. No me ocupo aquí tanto de estas cuestiones filosóficas críticas. Para ello, recomendaría a mi lector “Objectivity in Biblical Interpretation” (en español: Objetividad en la interpretación bíblica) de mi hermano el Dr. Tom Howe. En lo que a mí respecta, me interesa centrarme en algunos puntos más generales y, a continuación, visitar los distintos sentidos en los que un verso o un pasaje puede relacionarse con su contexto.
A veces uno puede utilizar un versículo fuera de contexto para defender un punto que es verdadero y que en realidad puede ser enseñado en otra parte de la Escritura. Por lo tanto, que yo discuta un versículo fuera de contexto, no implica necesariamente que esté en desacuerdo con la conclusión final que alguien pueda poner al servicio del pasaje. Incluso si una conclusión es verdadera, cuando se utiliza un verso fuera de contexto, como dice el refrán, “No se puede llegar allí desde aquí”.
Seis tipos de contexto
En cuanto a la cuestión del contexto en sí, hay una serie de fuentes de interpretación errónea de los versículos de la Escritura. Quiero centrarme brevemente en seis. En primer lugar, está el contexto filosófico. Se incluye aquí las cuestiones mencionadas anteriormente sobre la naturaleza de la verdad, la capacidad de los seres humanos para conocer la verdad, la utilidad del lenguaje para transmitir la verdad, e incluso las verdades metafísicas como el hecho de que todos los seres físicos tienen naturalezas por las que son conocidos. Sin una base filosófica sólida para nuestra hermenéutica, los lectores pueden llegar a todo tipo de conclusiones erróneas. Por ejemplo, la Biblia dice claramente que Jesús está hecho de harina y agua. Después de todo, ¡Él es el pan de vida! Este es un ejemplo absurdo porque conocemos la naturaleza de los seres humanos (la naturaleza humana de Jesús) y la naturaleza del pan. Y sabemos que los seres humanos no son pan. Por lo tanto, sabemos que el hecho de que Jesús sea el pan de vida es una figura retórica. Sin embargo, este sencillo ejemplo ilustra exactamente cómo los malos fundamentos filosóficos conducen a conclusiones peligrosas, y a veces heréticas. Para más información sobre este tema, véase este artículo del blog archivado.
En segundo lugar, está el contexto inmediato. Este se pregunta: “¿Cómo pueden los versículos circundantes ayudarnos a entender?”. Si se profundiza un poco en esto, hay que considerar en qué Testamento (Antiguo o Nuevo Testamento) se encuentra el versículo. Esto puede ser importante porque algunas cosas son verdades absolutas y trascienden el contexto del Testamento particular, como la existencia y la naturaleza de Dios. Algunas cosas son ciertas específicamente en referencia al tema del Testamento particular. Algunos versos, promesas, advertencias, recomendaciones pertenecen a la nación Israel, otros a los cristianos en general, y otros a individuos específicos. Además, hay que tener en cuenta quién habla específicamente en el pasaje. A veces el pasaje representa las palabras de alguien que no necesariamente está transmitiendo las palabras de Dios (por ejemplo, Satanás en el Jardín del Edén) y puede, de hecho, estar diciendo una mentira. A veces el pasaje representa las palabras de Dios mismo.
En tercer lugar, está el contexto de la lengua original. Este se pregunta, “¿Cómo puede la lengua original del texto ayudarnos a entender?”. La Biblia se escribió en hebreo y arameo (Antiguo Testamento) y en griego koiné (Nuevo Testamento). Es posible que la lengua original transmita un sentido (ya sea el significado o la trascendencia) que quede oscurecido por una traducción.
En cuarto lugar, está el contexto gramatical. Este se pregunta, “¿Cómo puede una lectura cuidadosa de la gramática española ayudar a nuestra comprensión?”. Se pueden dar muchos ejemplos para ilustrar la necesidad de prestar atención al pasaje adecuadamente traducido.
En quinto lugar, está el contexto histórico/cultural. Este se pregunta, “¿Cómo pueden las consideraciones históricas o culturales ayudar a nuestra comprensión?”. Dado que la cultura de la Biblia está a varios miles de años (y aún más kilómetros) de distancia de muchos de nosotros, el intérprete tiene que tener cuidado de no ignorar este contexto (o, peor aún, de no imponer el suyo propio) al considerar un pasaje.
Por último, está el contexto teológico. Este se pregunta, “¿Cómo pueden las consideraciones teológicas ayudar a nuestra comprensión?”. Hay que reconocer que éste puede ser el más complicado, si no el más abusado. Se trata de la delicada interacción entre, por un lado, la exégesis (sacar del texto el sentido que tiene) y, por otro, la teología sistemática (la cuidadosa ordenación de las propias conclusiones sobre las verdades de Dios en un conjunto sistemático y coherente). La exégesis sin teología sistemática corre el peligro de ser incoherente (y, por tanto, falsa en algún momento), mientras que la teología sistemática sin exégesis puede llevar a defender un sistema teológico sin tener en cuenta cuidadosamente el testimonio de la Escritura. Y todo esto, de nuevo, depende de una base filosófica adecuada que parte del hecho innegable de que la verdad sobre la realidad es objetiva y conocible.
Recursos recomendados en Español:
Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek
Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek
______________________________________________________________________________________________________________________________________________
Richard G. Howe es profesor emérito de Filosofía y Apologética (B.A., M.A., Ph.D.) Disertación: Una defensa de la segunda vía de Tomás de Aquino. Es profesor emérito de Filosofía y Apologética en el Southern Evangelical Seminary de Charlotte, Carolina del Norte. Es licenciado en Biblia por el Mississippi College, tiene un máster en Filosofía por la Universidad de Mississippi y un doctorado en Filosofía por la Universidad de Arkansas. El Dr. Howe fue presidente de la Sociedad Internacional de Apologética Cristiana (ISCA). Es escritor, así como orador y sofista en iglesias, conferencias y campus universitarios sobre temas relacionados con la apologética y la filosofía cristianas. Ha hablado y/o debatido en iglesias y universidades de Estados Unidos y Canadá, así como en Europa y África, sobre temas relacionados con la defensa de la fe cristiana.
Blog Original: https://cutt.ly/COtJW9F
Traducido por Elías Castro
Editado por Daniela Checa Delgado