Muéstranos una señal: la cruz y la muerte de la fe ciega

Por Shane Geisler

Cada temporada de pascua, aproximadamente cuatrocientas mil iglesias en los Estados Unidos se reúnen para celebrar la resurrección de Jesús: una historia que representa la fe de más de dos mil millones de personas a nivel mundial. Pero, ¿nos hemos vuelto ignorantes de un factor determinante detrás del plan de Dios que ha sido organizado desde el principio de la eternidad? ¿Es posible que hayamos pasado por alto lo que Jesús citó como lo que hacía necesaria su ejecución pública? La cruz ha venido a manifestar el perdón de los pecados, y con razón. A pesar de esto, en el tiempo anterior a su juicio, Jesús declaró de manera muy clara que su plan era multifacético… y tenía a los escépticos en mente.

Los recuerdos modernos del domingo de resurrección tienden a centrarse únicamente en la expiación sustitutiva. Los cristianos se reúnen para reflexionar sobre este distintivo de su fe. El Nuevo Testamento nos dice que Jesús, “… el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).

¿De qué les sirve esto, sin embargo, a quienes rechazan la historicidad de los relatos del Nuevo Testamento? ¿Cómo puede un creyente despertar el interés de un escéptico con una historia de lo milagroso cuando el individuo ha pasado toda su vida saturado en una cultura de naturalismo y antirreligiosidad? Con mucha frecuencia, los creyentes bien intencionados esperan presentar la historia de la cruz en la manera correcta, en el momento adecuado, con el fervor correcto; con la intención de convencer a alguien para que comprometa su vida a Jesús. Solo hay un problema. No importa cuan hermosa sea la historia, cuán apasionante sea la presentación ni cuán buena la intención del orador, por lo general, solo explicar el significado de una historia no comunicará lo que realmente sucedió. [i]

¿Hubo un hombre real llamado Jesús que era el hijo de un carpintero del medio oriente? ¿Hay evidencia de su juicio bajo el prefecto romano Poncio Pilato alrededor del año 30 de nuestra era? ¿Por qué no deberían descartarse estos relatos junto a otros cientos de historias de origen religioso que los cristianos se apresuran a calificar de ficción? Estas son las preguntas que se necesitan contestar a los buscadores. El evangelista eficaz no debe renunciar a la base de los hechos históricos antes de exponer las ramificaciones de la historia. Examina las palabras de Jesús antes de la crucifixión. ¿Cuáles fueron las intenciones del plan que Él diseñó desde el principio de la eternidad? Seguramente tuvo que morir para llevar nuestros pecados, pero ¿fue esta la única razón de su misión? ¿Podría haber un punto de vista de la historia que hemos obviado durante demasiado tiempo?

Se cree que el ministerio público de Jesús duró de dos a tres años. El primer año incluyó eventos que sentaron la base de su ministerio, como el bautismo de Jesús, el llamado de los discípulos y el sermón del monte.  A partir de ese momento, se mantuvo firme a la hora de predecir cómo concluiría su ministerio terrenal. Ambos, Mateo y Lucas, registran una ocasión en la que Jesús sana a un hombre que era ciego y mudo (Mateo 12:22-42; Lucas 11:14-32). Empezaron a congregarse multitudes de curiosos suspicaces. A pesar de dar el testimonio de esta curación, algunos comenzaron a solicitar milagros adicionales. ¿Cómo responderías? ¿Jesús está obligado a mostrarles otra señal a solo minutos después de poner de manifiesto su poder sobrenatural? Él responde con una advertencia, pero con un trato. Él dice,

“Pero Él respondió: «Una generación perversa y adúltera demanda señal, y ninguna señal se le dará, sino la señal de Jonás el profeta; porque como estuvo Jonás en el vientre del monstruo marino tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra”. (Mateo 12:39-40)[ii] .

Jesús no realizará milagros solo por diversión. El mayor milagro de todos, sin embargo, acababa de ser pronosticado. Mateo 16:4 registra otro encuentro del mismo tipo. Inmediatamente después de alimentar a los cuatro mil, los cínicos exigen otra señal. Jesús no vacila en su respuesta. Si están buscando realmente la verdad, la señal del profeta Jonás debería ser suficiente.

Más tarde, Jesús da a sus discípulos otra advertencia aleccionadora. Los escritores de los tres evangelios sinópticos consideran oportuno incluir este pronóstico (Mateo 16:21, Marcos 8:31, Lucas 9:22). Jesús claramente afirma que Él debe sufrir bajo los ancianos, sacerdotes y escribas y, en última instancia, ser asesinado, pero no se detiene allí. Él especifica que, en el tercer día, resucitará. Una buena regla general en la interpretación bíblica es prestar especial atención a la repetición. La repetición es énfasis. Jesús ha hecho referencia dos veces a la señal de Jonás comunicándo así, por lo tanto, su resurrección por venir. Y ahora se nos da un tercer ejemplo en el que explica claramente que será asesinado y resucitará en el tercer día. Para la sorpresa del cristiano moderno, estos pasajes no van acompañados de largos discursos sobre la expiación sustitutiva. El comentario sobre el perdón de los pecados se puede encontrar en todo el Nuevo Testamento, pero tienden a no estar asociados directamente con estas predicciones de la muerte y resurrección de Jesús. Es como si estas profecías que pronto se cumplirían tuvieran un mensaje propio. . .

A continuación, Mateo y Marcos describen otra forma de esta predicción. Esta vez, mientras pasa por Galilea, Jesús simplemente dice: “…El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas al tercer día resucitará.” (Mateo 17:22-23; Marcos 9:31). Seguramente, a estas alturas ya ha dejado claro el punto, ¿verdad?

Más tarde, mientras viajaba a Jerusalén, cada uno de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) corrobora otra repetición de esa profecía. Jesús dice: “Ahora subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y escribas, y lo condenarán a muerte; y lo entregarán a los gentiles para burlarse de Él, lo azotarán y crucificarán, pero al tercer día resucitará” (Mateo 20:18-19, Marcos 10:33-34, Lucas 18:31-33).

Todavía tenemos que mencionar la contribución de Juan. Juan 2:19-22 lo registra diciendo: Jesús les respondió: «Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré».  Entonces los judíos dijeron: «En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y Tú lo levantarás en tres días?». Pero Él hablaba del templo de Su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de los muertos, Sus discípulos se acordaron de que había dicho esto; y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado”. Posteriormente, Juan 10:17-18 nos dice que Jesús tiene la autoridad para poner su vida y tomarla de nuevo, y su Padre le ha encomendado hacer precisamente eso.

Hemos visto siete casos distintos en los que Jesús predijo su propia muerte y resurrección, y hay más pasajes, no incluidos aquí, que hacen lo mismo. Muchos de estos ejemplos son breves y carecen de una reflexión teológica extensa. ¿Qué quiere conseguir con todo esto? ¿Por qué dedicar tanto tiempo a reiteraciones constantes de la misma previsión? Solo una explicación parece adecuada: Jesús tenía en mente a los escépticos.

Solo una explicación parece adecuada: Jesús tenía en mente a los escépticos.

Algunas religiones (el hinduismo, algunas creencias orientales, etc.) presentan sus enseñanzas en relatos míticos que no pretenden ser tratados como realidades históricas. No se supone que sean la historia literal, sino alegorías y símbolos de verdades más profundas. Estas creencias pueden tener sus ventajas, pero son categóricamente diferentes de las creencias arraigadas en la historia- convicciones que deben responder a la evidencia. Otras religiones (el islam, el mormonismo) proclaman que su libro sagrado preferido es en sí mismo la única evidencia necesaria para validar sus afirmaciones. Los fundadores de estas religiones no afirmaron haber realizado personalmente ningún milagro público para fundamentar sus afirmaciones. Más bien, sus respectivos libros sagrados son lo mejor que tienen para ofrecer cuando se trata de validar su origen sobrenatural. Por ejemplo, el capítulo 29 del Corán responde a una objeción de judíos y cristianos que dudan de su inspiración divina. Dice:

“Y dicen: ‘¿Por qué no le han sido enviados (a Mahoma) signos (milagros) de parte de su Señor?’ Di: “Solo Alá tiene señales y yo solo soy un simple avisador”. ¿No les basta con que os hayamos hecho descender el Libro que les recitamos? Ciertamente en él hay misericordia y consejo para el pueblo que cree”. (Sura 29:50-51, Traducido por Mufti Muhammad Taqi Usmani, Quran.com)

Creencias como ésta exigen la sumisión basándose únicamente en el testimonio de la escritura en sí. No hay ninguna demostración tangible de lo sobrenatural. Aquí es donde la cruz se eleva por encima del resto. Pablo, el escéptico convertido en creyente, proclama con confianza:

“y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también la fe de ustedes… y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es falsa; todavía están en sus pecados… Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima”  (1 Corintios 15:13-19).

La Biblia pide ser probada. Pablo está rogando a las personas que pongan a prueba las afirmaciones del cristianismo. Emplea la misma lógica que usó Jesús cuando publicó repetidamente la predicción de su muerte y resurrección. No se trataba simplemente de atribuir importancia retroactiva a un acontecimiento que de otro modo sería improbable. Esto fue todo lo contrario. Jesús ya había demostrado su poder milagroso sobre la naturaleza, las enfermedades y los demonios. La única prueba adicional que podía ofrecer era demostrar su poder sobre la muerte misma.

Nos debemos a nosotros mismos aceptar el desafío que ofrece la Biblia. Una de dos conclusiones seguirá. Si se demuestra que es falso, podemos acabar en el lastre de la religión y las tradiciones antiguas creadas por el hombre. Sin embargo, si es cierto, la vida recibe un nuevo propósito: todo es real. Cualquiera que sea el resultado, podemos estar seguros de que fuimos lo suficientemente valientes como para buscar las pruebas dondequiera que nos lleven. El Dios de la Biblia no busca la fe ciega. Él quiere compromiso con la verdad. Los cristianos deben sumergirse en la misión que Dios les ha puesto por delante, mientras que los escépticos deben aceptar con entusiasmo el desafío que ofrece el Nuevo Testamento. De ser cierto, lo que está en juego no podría ser de mayor importancia. La cruz nunca tuvo la intención de atraer a los pensadores de ilusiones. Esta fue diseñada pensando en los escépticos.

[i] Caravaggio, “La Incredulidad de Santo Tomás” [óleo sobre lienzo] (1601), actualmente conservada en Potsdam, Alemania. Dominio público. Consultado el 3 de abril de 2024 en: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Incredulity_of_Saint_Thomas_(Caravaggio)#/media/File:Der_ungl%C3%A4ubige_Thomas_-_Michelangelo_Merisi,_named_Caravaggio.jpg

[ii] Todas las referencias en verso corresponden a la Versión NBLA a menos que se indique lo contrario.

Recursos recomendados en Español:

Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek

Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek 


Traducido por Héctor Fernández Valdes

Editado por Mónica Pirateque

Fuente Original Blog: https://bit.ly/3VyksLD

 

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