Por Al Serrato
En artículos recientes (aquí y aquí), he considerado algunas de las dificultades inherentes a la definición de lo que constituye un milagro o al reconocimiento de un acontecimiento como milagroso. El escéptico suele abordar la cuestión partiendo de la premisa de que los milagros, independientemente de cómo se definan, no son posibles. Suele sostener que lo que el creyente concluye que es un milagro es, de hecho, explicable de forma naturalista y que el creyente se ha dejado engañar por un conocimiento limitado, la ignorancia o las ilusiones. El escéptico, que deposita una fe incuestionable en el poder de la ciencia, afirma con confianza que algún día veremos que el milagro que suponíamos que había ocurrido en realidad no era tal cosa.
Este es un tema difícil de abordar en abstracto. Si se define un milagro como una desviación de las leyes conocidas de la naturaleza, entonces es fácil afirmar que, con suficiente conocimiento adicional, podremos ver que el evento en cuestión no fue en realidad una desviación después de todo.
El problema de las discusiones abstractas es que a veces nos hacen perder de vista el tema en cuestión. El tema, en lo que respecta al cristianismo, es si se produjo un milagro en particular: ¿Salió Jesús de Nazaret –la figura histórica que la mayoría de los estudiosos reconocen que vivió y fue crucificado hace unos dos mil años atrás– de su tumba con un cuerpo resucitado e incorruptible? Incontables creyentes han apostado sus vidas, y sus eternidades, por la respuesta a esa pregunta.
El Problema con las Probabilidades
El escéptico ya tiene su respuesta: como un hombre muerto siempre permanece muerto, es extremadamente improbable que esta explicación pueda ser cierta. Las “probabilidades” favorecen alguna explicación naturalista: no murió, sino que solo resultó gravemente herido; todo el relato es un mito; los relatos son producto de alucinaciones, etcétera. Pero, abordar la cuestión de esta manera demuestra un rechazo a priori de la evidencia que se supone que uno debe considerar. En otras palabras, cuando alguien está comprometido con la creencia de que un milagro simplemente no es posible, ¿cuánto reconocimiento le dará a la explicación de alguien sobre un evento milagroso?
Una reflexión cuidadosa demostrará que basarse en probabilidades para determinar si ocurrió un hecho pasado es generalmente falaz. Un acontecimiento pasado ocurrió o no ocurrió; la probabilidad de un acontecimiento pasado conocido es, por lo tanto, uno. Si no ocurrió, entonces la probabilidad es cero.
“la probabilidad de un evento pasado conocido es, por lo tanto, uno.”
Consideremos lo siguiente: si juego a la lotería, mis posibilidades de seleccionar la secuencia correcta de números son extremadamente pequeñas, del orden de una entre muchos millones. La probabilidad de que gane es extremadamente baja. Si mi boleto de lotería corresponde con los resultados de lotería publicados, entonces he vencido las probabilidades. El evento ha pasado de ser un evento en el futuro, para el cual se aplica la evaluación de probabilidad, a uno en el pasado, para el cual evaluar si ocurrió en base a la probabilidad no tiene sentido. Una vez que veo que los números coinciden, el argumento “esto no puede haber sucedido porque las probabilidades son de uno en un millón” sería absurdo.
Sin embargo, el escéptico hace esto todo el tiempo. Como las resurrecciones son improbables, debemos seguir buscando soluciones más probables, independientemente de lo que nos digan las pruebas reales. De hecho, muchos no tienen en cuenta las pruebas en absoluto, y han llegado a la conclusión de que los acontecimientos improbables no pueden ocurrir. Para utilizar la analogía de la lotería, nunca se molestan en mirar los resultados de la lotería o sus billetes porque están seguros de que nunca pueden ganar.
No Tiremos al Posible Bebé Junto con el Agua de la Bañera
Una evaluación de la probabilidad de un acontecimiento pasado tiene cierto valor. En primer lugar, puede indicarnos si un agente inteligente intervino para causar el resultado. Si sigo ganando la lotería, puede significar que alguien me está avisando cuáles son los números o alterando su selección. Si la vida en la Tierra es estadísticamente un acontecimiento de uno en un trillón de trillones de trillones, puede ser que una fuente inteligente lo haya creado y que no haya surgido por medios naturalistas. Y si un hombre que afirma ser Dios no permanece muerto, puede significar que es quien dijo ser. Por muy “poco probable” que sea, si la evidencia es adecuada para apoyar que el acontecimiento ocurrió, no sería racional descartarlo como imposible.
En segundo lugar, las evaluaciones de probabilidad pueden permitirnos sacar conclusiones sobre la forma en que las personas actuaron. ¿Qué probabilidad hay de que 500 personas experimentaran la misma alucinación de Jesús resucitado? ¿Qué probabilidad hay de que docenas de personas que sabían la verdad insistieran en afirmar falsamente que habían experimentado la resurrección de Jesús para que también ellos pudieran ser condenados a muerte? Las evaluaciones de la conducta probable nos permiten evaluar la legitimidad y la probabilidad de la conducta alegada. Pero las probabilidades no pueden decirnos si un evento pasado realmente ocurrió. Para eso necesitamos evaluar la evidencia real, de manera justa y completa.
El argumento de la Resurrección es inderribable. Aunque parezca fruto de una ilusión, pero mi estudio de los hechos me dice lo contrario. Debido a lo que está en juego, cada uno de nosotros debe considerar el caso en sus propios términos. Se ha escrito lo suficiente sobre el tema como para que esto sea fácil de hacer. Lo que no deberíamos hacer es cerrar nuestra mente a la posibilidad sin haber considerado nunca las pruebas.
Recursos recomendados en Español:
Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek
Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek recursos
Al Serrato se licenció en Derecho por la Universidad de California en Berkeley en 1985. Comenzó su carrera como agente especial del FBI antes de convertirse en fiscal en California, donde trabajó durante 33 años. Una introducción a las obras de CS Lewis despertó su interés por la Apologética, que ha seguido durante las últimas tres décadas. Empezó a escribir Apologética con J. Warner Wallace y Pleaseconvinceme.com
Traducido por Héctor Fernández
Editado por Yatniel Vega
Fuente Original del Blog: https://bit.ly/3NOWdUE