Serie Defensa de La Resurrección: Cómo Afecta la Resurrección a la Teología

Por Brian Chilton

En septiembre de 1993, mi abuela, Eva Chilton, falleció tras una larga lucha contra la insuficiencia cardíaca crónica. Fue la primera de mis abuelos en partir. Mi abuela era una mujer amable y amorosa que solía compartir momentos jugando a los juegos de mesa con nosotros, sus nietos. Su sonrisa era radiante, y su risa, contagiosa. Habiendo crecido en la iglesia, desde pequeño escuché numerosas historias sobre la vida después de la muerte y las promesas divinas. Sin embargo, siendo la persona escéptica que siempre he sido, quería saber si esas promesas eran verdaderas. ¿Cómo podía estar seguro de que mi abuela estaba bien?

Anteriormente, había leído una historia en la revista Guideposts sobre una persona que oró a Dios pidiendo una señal después del fallecimiento de un ser querido para confirmar que este estaba bien. El artículo narraba que Dios envió un rayo como respuesta, asegurándole que su ser querido estaba en paz. Aquella historia se quedó en mi mente, y empecé a reflexionar: si esa oración funcionó para esa persona, seguramente también podría funcionar para mí. Así que, unos días antes del fallecimiento de mi abuela, le pedí al Señor lo mismo. Le rogué que me enviara un rayo como señal de que mi abuela estaría bien cuando partiera. Era finales de septiembre, un mes menos propenso a tormentas eléctricas en las estribaciones del noroeste de Carolina del Norte en comparación con los meses cálidos y húmedos de julio y agosto. Eso no quiere decir que nunca ocurran tormentas eléctricas en septiembre, pero sí son menos probables.

Llegó el día en que falleció mi abuela. La familia se reunió en casa de mis abuelos. Era una casa antigua construida a principios del siglo XX. Las paredes estaban aisladas con asbesto, algo seguro mientras permaneciera intacto. Un viejo armario se había transformado en cuarto de baño, sustituyendo la antigua letrina que se había utilizado años antes de que se instalara la fontanería interior de la casa. La parte delantera de la casa daba a una amplia sala que se cerraba durante los meses más fríos porque la estufa de leña estaba al otro lado de la casa. A la izquierda había una puerta que daba a un dormitorio. Al otro lado del salón había una puerta que daba a una habitación familiar/dormitorio. A la izquierda de la sala estaba la cocina, que daba a la puerta trasera. Normalmente, la cocina y la sala familiar eran los espacios más concurridos de la casa.

Aquella noche, me encontraba en la silenciosa sala, mirando hacia la oscuridad vacía de una noche de septiembre cargada de tristeza. Todo parecía más sombrío porque mi abuela ya no estaba. Sin embargo, esa oscuridad pronto fue reemplazada por brillantes destellos de luz blanca y azul cuando dos rayos impactaron a ambos lados de la casa. Uno cayó cerca del lugar donde yo estaba sentado, y el otro golpeó el lado opuesto, donde se encontraban mi abuelo y el reverendo Gilmer Denny, un pastor amigo de la familia. Aparte de un breve corte de electricidad, la casa no sufrió daños. Después de superar el impacto inicial, el Espíritu de Dios me recordó la oración que había hecho días antes. Al menos para mi mente adolescente, esa señal confirmaba que mi abuela estaba bien, en su hogar celestial.

Aunque esta historia se narra 28 años después de haber ocurrido, el recuerdo sigue resonando vívidamente en mi mente debido al profundo impacto que tuvo en mí. De manera similar, la resurrección de Cristo tiene un impacto fundamental en nuestro marco teológico. El apóstol Pablo enseñó que, si la resurrección no fuera cierta, las personas serían dignas de lástima, el mensaje cristiano sería falso y los maestros cristianos serían considerados mentirosos (1 Corintios 15:12-19). Pero si la resurrección es cierta, entonces todo cambia. Pablo señala: «Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron. Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1 Corintios 15:20-22). [i] La veracidad de la resurrección afecta la totalidad de la cosmovisión teológica de una persona. Se podría decir mucho sobre este tema, pero para limitar el alcance de este artículo, solo se describirán tres áreas teológicas de impacto.

Si la resurrección es cierta, entonces se tiene una evidencia de primera mano de que la vida existe más allá de la tumba. 1 Corintios 15:20 sostiene que la resurrección de Jesús sirve como primicia para los que ya han fallecido. El aspecto de las primicias se refiere a la práctica judía de tomar la primera y mejor porción de una cosecha y dársela a Dios. [ii] El pueblo debía llevar la primera gavilla de la cosecha al sacerdote, quien la mecía ante Dios (Lev. 23:10-14). En sentido figurado, los judíos entendían que esto les enseñaba a poner a Dios en primer lugar en todo lo que decían y hacían. En el NT, se entendía que Jesús representaba lo mejor de todos nosotros. De la misma manera, así como Jesús había resucitado de entre los muertos, también otros serán resucitados de entre los muertos. La vida existe más allá de este mundo. La prueba de la vida después de la muerte se encuentra en una tumba vacía y en las vidas transformadas que han encontrado a Aquel que venció a la muerte.

Si existe una resurrección y una vida después de la muerte, eso implica que las personas tienen un propósito y un valor inherentes. La creación de Dios es significativa. Aún más, la humanidad lleva la impronta divina, conocida como el imagio Dei. Por ello, ninguna vida es un error. Ninguna persona está desprovista de valor y propósito. En una ocasión, este escritor predicó en una iglesia donde una madre y un padre estaban presentes, acompañados de varios de sus hijos adoptivos. La madre comentó que, debido a que no podía tener hijos biológicos, deseaba compartir su amor con niños que no tenían padres. El mensaje se centró en el capítulo 1 de Jeremías, donde se resaltó que Dios conoce a cada persona antes de su nacimiento, tal como sucedió con el profeta Jeremías. Se subrayó que, gracias al conocimiento previo y al llamado divino, nadie es inútil ni carece de valor. Además, cada vida tiene un propósito. Una de las niñas comenzó a llorar mientras miraba a su madre. La madre la abrazó tiernamente. Después del servicio, la madre se acercó para agradecerme por el mensaje. Me confesó que la madre biológica de la niña le había dicho que era un error y que no valía nada. Sin embargo, la madre adoptiva destacó que Dios le había dado un propósito en esta vida y que su vida tenía un gran valor.

La resurrección de Cristo confirma el valor y la dignidad de cada persona. Si la resurrección es cierta, entonces, al mirarlo en perspectiva, se confirma el sacrificio expiatorio de la cruz y se valida la misión de Cristo. La resurrección es el sello de aprobación de Dios para la misión de Cristo. La misión de Cristo es la evidencia del amor benevolente y la compasión de Dios por toda la humanidad. Porque Cristo no fue enviado para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de él (Juan 3:17), haciendo énfasis nuevamente en el mundo, no solo en los “elegidos” de manera exclusiva.

Si la resurrección confirma que hay vida después de la muerte y que los seres humanos poseen propósito y valor, entonces, en términos prácticos, impacta la ética y los valores. Si la resurrección es cierta, entonces la forma en que las personas se tratan entre sí es crucial. ¿Por qué? Porque la resurrección valida el mensaje de Jesús. Ben Witherington señala que «Jesús esperaba que su audiencia respondiera a sus obras con fe y arrepentimiento. Esto sugiere que su misión era más que realizar actos de compasión. Más bien, estaba llamando al pueblo de Dios a regresar a su fuente en vista del advenimiento del reino de Dios… el poder de Dios debe usarse para ayudar a las personas».[iii] Jesús mandó a sus discípulos amar a los demás e incluso a orar por aquellos con los que no estaban de acuerdo (Mateo 5:44). Hacer el bien a los demás no solo es un mandato y un ejemplo de Jesús, sino que también ilustra el reino de Dios a los necesitados y motiva a otros a entrar en este reino.

Este artículo llega después de siete meses en el ministerio de capellanía clínica. Sinceramente, el poder de Dios se ha manifestado más en estos siete meses que en los últimos veinte años de ministerio pastoral. Las oraciones han sido respondidas de manera notable; la gente ha expresado su más profundo agradecimiento por el trabajo que se está haciendo; la gente ha tenido encuentros con Dios; y las almas han llegado a conocer al Señor. Esas cosas ocurren en el ministerio pastoral, pero no al nivel que se ha visto en el ministerio de capellanía. ¿Por qué? Tal vez porque los capellanes se encuentran en la primera línea del ministerio. En lugar de sentarse en una oficina, alejado del lodazal de la experiencia humana, el capellán se encuentra en las trincheras con los más necesitados. La capellanía ha enseñado el valor de la enseñanza de Jesús, de primera mano, de que cuando se da un vaso de agua, o una buena acción, al que tiene sed, también se le da a Jesús (Marcos 9:41). No se trata de desacreditar en absoluto el ministerio pastoral. Tengo muchos buenos recuerdos del pastorado. ¿Quién sabe? Puede que Dios vuelva a utilizarme allí en el futuro. No obstante, el punto simplemente defiende que para demostrar el amor de Dios, los creyentes deben estar dispuestos a servir a los más necesitados sin juzgarlos. En otras palabras, los creyentes deben estar dispuestos a ensuciarse las manos. Cristo murió y venció a la muerte para dar vida a la humanidad. Eso significa que toda persona merece ser salvada. Eso significa también que toda persona tiene dignidad, valor y valía. El libro del Apocalipsis describe una escena en la que personas de todas las tribus, naciones y lenguas rodean el trono de Dios y le alaban (Apocalipsis 7:9). Si esto es cierto, entonces la resurrección no deja espacio para el racismo ni el favoritismo basado en criterios socioeconómicos. La resurrección exige que cada creyente mantenga un código ético y moral superior.

El artículo comenzaba con la historia de un relámpago que fijó mi atención en el cielo. Más adelante, otras dos experiencias con rayos transformaron mi vida. La última experiencia la contaré otro día. En lo que respecta a este artículo, la segunda experiencia relámpago ocurrió cuando se comprendió que la resurrección de Jesús era un hecho histórico. Mi vida ha sido transformada al igual que las vidas de innumerables personas. La resurrección no solo sirve como eje de la cosmovisión cristiana, sino que también valida todo el marco teológico sobre el que se construye la cosmovisión bíblica. Los cristianos pueden diferir en los modos de bautismo, las traducciones de la Biblia y los estilos de canto. Sin embargo, un cristiano no puede negar la resurrección histórica de Cristo. Si se niega la resurrección, todo el fundamento de la cosmovisión cristiana se derrumba y los muros se vienen abajo. Pablo confirma este mismo pensamiento en 1 Corintios 15. Pero si la resurrección ocurrió, entonces todo cambia. Puede resultar revolucionario reconocer que la resurrección de Jesús no es una historia inventada contada en páginas llenas de colores y enmarcadas. La resurrección de Jesús es un hecho histórico que valida la vida después de la muerte, los valores éticos y el propósito humano. Los problemas del mundo no serán resueltos por los comentaristas políticos ni por leyes. La solución se encuentra en una tumba vacía y en un trono ocupado a la diestra de Dios Padre. Pero un día, el trono estará desocupado, al igual que otras numerosas tumbas quedarán vacías. Todo eso es posible porque la resurrección es cierta.

[i] Unless otherwise noted, all quoted Scripture comes from the Christian Standard Bible (Nashville, TN: Holman, 2017).

[ii] A. Boyd Luter, “Firstfruits,” The Lexham Bible Dictionary, John D. Barry, ed, et al (Bellingham, WA: Lexham Press, 2016).

[iii] Ben Witherington, III, The Christology of Jesus (Minneapolis, MN: Fortress, 1990), 176.

Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek

Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek recursos


Brian G. Chilton obtuvo su doctorado en Teología y Apologética en la Liberty University (con alta distinción). Es el presentador de The Bellator Christi Podcast y el fundador de Bellator Christi. Brian recibió su Maestría en Divinidad en Teología de la Universidad Liberty (con alta distinción); su Licenciatura en Ciencias en Estudios Religiosos y Filosofía de la Universidad Gardner-Webb (con honores); obtuvo un Certificado en Apologética Cristiana de la Universidad de Biola, y planea realizar estudios filosóficos en un futuro próximo. También está matriculado en Educación Pastoral Clínica para aprender mejor cómo capacitar a los que le rodean. Brian es miembro de la Sociedad Teológica Evangélica y de la Sociedad Filosófica Evangélica. Brian ha servido en el ministerio durante más de 20 años y actualmente sirve como capellán clínico de hospicio, así como pastor.

Traducido por Yatniel Vega

Editado por Andrés Barrera

Fuente original del blog: https://bit.ly/2YM918l

 

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