Por Diego Fallas
Los seres humanos han reflexionado sobre Dios durante milenios. La Biblia lo explica diciendo que Dios «puso la eternidad en el corazón humano» ¿Cómo pueden unos seres humanos limitados y finitos contemplar al ser supremo? Algunos dicen que no estamos solos en esta búsqueda y que Dios se nos ha revelado. Que ha cruzado el abismo infinito entre la criatura y el creador para que las criaturas finitas puedan conocerle. Otros dicen que Dios, si es que existe, está demasiado oculto y no ha hecho un buen trabajo al hacer evidente su existencia.

Mi argumento aquí es que, no solo Dios no está oculto, sino que hay pruebas de su existencia que no podemos descartar porque están justo «delante» de nosotros, cada momento, cada segundo, cada día y en cada aspecto de nuestras vidas
La orquesta de la existencia
Al emprender una tarea tan monumental (reflexionar sobre Dios), empecemos por nosotros mismos: la humanidad. Este no es nuestro punto de partida por algún humanismo (vacío) que diga que los humanos son los seres más valiosos o el centro del universo. Empezamos por los humanos simplemente porque es nuestro punto de partida natural, ya que, al fin y al cabo, somos humanos.
Hay muchas cosas que sabemos sobre nosotros mismos, tanto como individuos y como humanidad. La primera es que existimos. Sin embargo, también sabemos que no necesitamos existir. Nuestra existencia es un don, si no un accidente. De cualquier modo, era posible que no existiéramos. De hecho, los seres humanos que aún no han sido concebidos no existen. Esto es cierto para nosotros como individuos, pero también lo es para la humanidad en general. Los seres humanos no tenían que existir y, de hecho, algunas personas argumentarían que habría sido mejor que no fuera así. El ser humano no es más que otra especie que podría desaparecer de la faz de la tierra. No hay nada en nuestra humanidad ni en nosotros mismos que implique que debamos existir.
Lo mismo ocurre con casi todo lo que nos rodea. Es cierto de cualquier cosa que estés usando para leer esto, de cualquier edificio en el que estés o al que vayas a llegar, de cualquier ropa que puedas tener, de cualquier animal que haya en la tierra. De hecho, es cierto para toda la Tierra, para todas las estrellas, galaxias e incluso para todo el universo. En resumen, vivimos en un universo que no tiene por qué existir.
Podemos preguntarnos entonces, si todo lo que existe no tiene por qué existir, ¿cómo es posible que exista algo? No importa cuántos de los mejores instrumentos capaces de producir las más bellas melodías se apilen en un escenario, ningún sonido saldrá de ellos a menos que algo los haga sonar. Del mismo modo, si se apilan todas las cosas que pueden existir, no se obtendría la existencia real de nada a menos que algo las haga ser.
La conclusión es que, aunque la mayoría de las cosas existen porque algo fuera de ellas mismas les dio existencia, hay un ser que existe en virtud de su propia naturaleza; su naturaleza es la existencia misma. Es el músico que toca los instrumentos, es la fuente de la existencia de todo lo demás: Dios.
El Dios perfecto
Quiero ofrecer algo de claridad sobre mi última conclusión. Normalmente solo utilizamos palabras como «ser» y «existencia» para decir que algo «está ahí» o que es real, no imaginario. Decir que la naturaleza de Dios es existencia, sin embargo, implica algo más que eso. En los seres creados, la naturaleza limita realmente lo que una cosa puede ser. Por ejemplo, el plano de una casa limita cómo es la casa. Delimita (y limita) dónde debe estar un bloque de construcción o una columna para que una casa determinada sea la casa del plano. En un ser humano, la naturaleza humana permite la racionalidad, pero nos limita para que no podamos volar. La naturaleza canina permite a Fido correr pero no le permite pensar de forma abstracta.
Este no es el caso de Dios. Puesto que la naturaleza de Dios es la existencia misma, no está limitada por nada. Por lo tanto, Dios es el ser totalmente perfecto y supremo. Posee todas las perfecciones en el grado más alto posible. No hay ningún aspecto en el que pueda ser más perfecto.
Reflexiones Imperfectas del Dios Perfecto
Puesto que todo ser debe su ser en última instancia a Dios y procede de Dios, todo aspecto bueno de una cosa, es un reflejo imperfecto, de una perfección en Dios. Tomemos de nuevo, por ejemplo, la existencia (en el sentido habitual de ser real). Como dijimos al principio, los humanos (y el resto del universo) no necesitamos existir, pero existimos. Y esto es un reflejo imperfecto del Dios perfecto en al menos dos sentidos.
En primer lugar, el hecho de que existamos implica que algo distinto a nosotros nos hizo existir. Nuestra existencia no es un accidente, sino un don. Y como hemos visto, para que nosotros existamos, en última instancia tiene que haber algo que exista necesariamente, que es Dios. En segundo lugar, al igual que la música se detiene cuando una orquesta deja de tocar los instrumentos, nuestra existencia terminaría si Dios dejara de mantenernos en existencia. Resulta que nuestra existencia no es solo un don que se nos da una sola vez en la creación, sino un don continuo del cual Dios no se ha arrepentido.
Esta cualidad dependiente de la existencia es solo un ejemplo. El mismo patrón se aplica a todos los demás bienes que observamos a nuestro alrededor. Cuando vemos el amor de una madre, la fuerza de un padre, la belleza de una puesta de sol, la inteligencia de un científico, la justicia de un juez, la lealtad de un perro, la sabiduría de un maestro, la libertad de un pájaro que vuela, la grandeza de la naturaleza… cada aspecto verdadero, bello y bueno de cualquier cosa que vemos en el mundo, incluso en sus expresiones más asombrosas, no es más que un reflejo imperfecto y finito del Dios perfecto e infinito.
Podemos comenzar observando una cualidad buena en una cosa del mundo. Sin embargo, como esa cosa no es infinita, la perfección que muestra debe existir plenamente en un ser ilimitado (Dios), que la tiene en virtud de su propia naturaleza. La cualidad solo pertenece plena y naturalmente a la fuente, mientras que todo lo demás solo puede reflejar esa cualidad de manera imperfecta.
Conclusión
Comenzamos nuestra investigación en nuestro punto de partida natural: nuestra experiencia como seres finitos. Ahora, llegamos al punto final lógico: Dios, el ser supremo y totalmente perfecto que es la fuente de todo lo que es. Como nos recuerda Pablo, «las cualidades invisibles de Dios -su eterno poder y su naturaleza divina- se han visto claramente, siendo entendidas por lo que ha sido hecho» Podemos concluir que Dios no está oculto para nosotros. Cada aspecto bueno, verdadero y bello del mundo proclama al ser perfecto que creó y sostiene toda la creación.
Recursos recomendados en Español:
Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek
Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek recursos
Diego Fallas se licenció en ingeniería mecánica. Durante sus estudios, se apasionó por la apologética cristiana. Rápidamente se vio inmerso en el campo, ya que empezó a tomar cursos de apologética en seminarios y se convirtió en director de un capítulo de Fe Razonable. Hoy en día, es el Director de Operaciones de CrossExamined.org, y enseña y habla en América Latina. Diego es el co-anfitrión del programa semanal de Livestream Piensalo Bien y actualmente está completando su maestría en filosofía en el Southern Evangelical Seminary.
Traducido por Yatniel Vega
Editado por Andrés Barrera
Fuente Original del Blog: https://bit.ly/4kDPQlb