¿Cómo puede Dios ser soberano sobre el mal y no ser moralmente culpable de él? 

Por Ryan Leasure

Es común oír a personas de la tradición no reformada afirmar que la creencia reformada hace necesariamente a Dios culpable del mal. Después de todo, si Dios ha decretado soberanamente que todo suceda -incluido el mal-, ¿cómo no va a ser moralmente culpable de ello? Ciertamente es una buena pregunta, pero como trataré de señalar, es una que malinterpreta el punto de vista reformado.

Creo que cuando evaluamos las Escrituras, encontramos a un Dios que es meticulosamente soberano sobre cada detalle. Pero, al mismo tiempo, es digno de alabanza por lo bueno y no de culpa por lo malo. Permítanme explicarlo.

Cuando digo «soberanía meticulosa», me refiero a dos cosas: 1) Dios ha decretado antes de la fundación del mundo todo lo que va a suceder, y 2) actúa activamente en su creación para garantizar que se cumplan sus decretos soberanos. Esto es cierto incluso con respecto al libre albedrío humano.

¿Quién es aquel que habla y así sucede, a menos que el Señor lo haya ordenado?- Lamentaciones 3:37

La mente del hombre planea su camino, pero el Señor dirige sus pasos. – Proverbios 16:9

Muchos son los planes en el corazón del hombre, más el consejo del Señor permanecerá. – Proverbios 19:21

De estos textos parece claro que sólo podemos hacer lo que Dios ha decretado. Podemos hacer planes, dice el proverbio, pero en última instancia Dios determina nuestros pasos. Nadie puede actuar fuera de los límites de la voluntad soberana de Dios.

Además, nadie puede frustrar los planes de Dios. Es decir, su plan es siempre lo que sucede. Considera estos textos:

Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas, y que ninguno de tus propósitos puede ser frustrado. – Job 42:2

Que declaro el fin desde el principio, y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: “Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré”. – Isaías 46:10

También en Él hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de Aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad – Efesios 1:11

Nada puede frustrar el plan soberano de Dios. Todo lo que él decreta sucederá, y cuando él actúa, nadie puede revertirlo.

No es raro escuchar a la gente decir cosas como: «Por la buena providencia de Dios, conocí a mi cónyuge». O: «Dios providencialmente me proporcionó un trabajo». Pero es muy inusual que la gente haga comentarios como: «En la providencia de Dios, tengo cáncer». Nos apresuramos a reconocer el papel de Dios en las buenas circunstancias, pero dudamos en hacerlo en las malas. Sin embargo, la Biblia dice que Dios controla ambas cosas.

Alégrate en el día de la prosperidad, y en el día de la adversidad considera: Dios ha hecho tanto el uno como el otro para que el hombre no descubra nada que suceda después de él. – Eclesiastés 7:14

Yo soy el que forma la luz y crea las tinieblas, el que causa bienestar y crea calamidades, Yo, el Señor, es el que hace todo esto. – Isaías 45:7

¿No salen de la boca del Altísimo tanto el mal como el bien? – Lamentaciones 3:38

Muchos cristianos se esfuerzan por eximir a Dios del mal. Los autores bíblicos, sin embargo, no parecen compartir esa misma preocupación.

Antes de que podamos explicar por qué Dios debe ser alabado por el bien y no culpado por el mal, tenemos que abordar un par de cuestiones más. La primera es el carácter de Dios. La Biblia afirma inequívocamente que Dios es moralmente puro y bueno en todos los sentidos. Consideremos estos textos:

Y este es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla. – 1 Juan 1:5

Porque Tú no eres un Dios que se complace en la maldad; El mal no mora en Ti. – Salmo 5:4

Que nadie diga cuando es tentado: «Soy tentado por Dios». Porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. – Santiago 1:13

Así pues, aunque Dios controla tanto el bien como el mal, no se complace en la maldad. Ni el mal habita en él, ni hace pecar ni tienta a nadie. En resumen, Dios es bueno y no malo, aunque controla tanto el bien como el mal. 

Partiendo de la sección anterior, debemos plantearnos ahora una pregunta importante. Si Dios es, en efecto, meticulosamente soberano tanto sobre el bien como sobre el mal, ¿cuál es su relación con ambos respectivamente? ¿Es su soberanía sobre el bien y el mal igualmente absoluta? ¿O su relación con ambos es diferente? Yo sostengo que su papel en ambos es diferente. Y porque es diferente, debemos ver su relación con el bien y el mal como asimétrica.

En el caso del bien, podemos decir que la naturaleza buena de Dios causa activamente todo el bien que sucede. No hay nada bueno en el mundo que no sea provocado por la naturaleza buena de Dios. Como nos dice Santiago 1:17: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces». Notemos que Santiago dice que toda buena dádiva viene de Dios. No sólo algunos o la mayoría, sino todos.

Podemos llamar al control de Dios sobre lo bueno causativo-directo. Es decir, Dios causa directamente todo acto bueno, y todo acto bueno es una extensión de su carácter bueno. Por eso dice Jesús en Mateo 5:16: «Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.» Dios merece justamente el crédito por todo lo bueno, porque lo produce activamente por su gracia.

Con respecto al mal, debemos afirmar que Dios lo controla soberanamente, como leímos anteriormente en Isaías 45:7, Lamentaciones 3:38 y Eclesiastés 7:14. Sin embargo, debemos decir que la relación de Dios con él es diferente de su relación con el bien. Como acabamos de ver, todo el bien del mundo es una extensión directa del carácter bueno de Dios. El mal, sin embargo, no brota del carácter de Dios, ya que se opone a su bondad.

Puesto que el mal no fluye del carácter de Dios, y Él no causa activamente que ocurra como hace con el bien, podemos referirnos a su control sobre el mal como indirecto-permisivo. A diferencia del papel activo que Dios desempeña para producir el bien, Él simplemente permite que ocurra el mal que cumplirá sus propósitos últimos.

La idea de que Dios no causa activamente el mal, sino que simplemente lo permite, se encuentra en las Escrituras.

El que hiera de muerte a otro, ciertamente morirá. Pero si no estaba al acecho, sino que Dios permitió que cayera en sus manos, entonces yo te señalaré un lugar donde pueda refugiarse. – Éxodo 21:12-13

En las generaciones pasadas permitió que todas las naciones anduvieran por sus propios caminos. – Hechos 14:16

Permítanme reiterar que Dios sólo permite los males que sirven a sus propósitos últimos. Esto implica que Dios podría impedir que ocurriera cualquier mal si así lo considerara en su buena sabiduría. Así, todo mal ocurre bajo su vigilancia, pero Él no causa que ocurra ninguno.

Si Dios controla meticulosamente todas las cosas, ¿cómo encaja eso con la libertad humana? Creo que ambas son compatibles si nos atenemos a la definición correcta de libertad. Una visión popular de la libertad -conocida como libertad libertaria– sostiene que sólo somos libres si tenemos la capacidad de hacer lo contrario. Es decir, debemos poseer la libertad de elección contraria para que se nos considere verdaderamente libres.

No creo que esta visión de la libertad encaje con la meticulosa soberanía de Dios esbozada en las secciones anteriores. Sin embargo, hay otra visión de la libertad que encaja perfectamente con la soberanía de Dios. Este punto de vista se conoce como la Libertad de Inclinación. Afirma que los seres humanos son libres si eligen lo que más desean elegir en el momento de la elección. Es decir, eligen según los deseos de su corazón.

Pablo nos dice en Romanos 8:7-8, «La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios». El cuadro que Pablo nos pinta aquí es de alguien en la carne, es decir sin el Espíritu de Dios que es incapaz de agradar a Dios. En otras palabras, ellos no tienen la habilidad de hacer lo contrario.

Mi argumento es que la persona en la carne elige libremente no agradar a Dios. ¿La razón? No quieren hacerlo en su estado caído. Como Jesús nos dice en otra parte, un árbol malo sólo producirá frutos malos (Mateo 7:17). Si la soberanía de Dios sobre las acciones de esta persona en la carne es indirecta-permisiva, como he argumentado anteriormente, podemos, por lo tanto, culpar a la persona porque simplemente está haciendo lo que quiere hacer.

Para la persona que hace el bien, el punto de vista de la libertad de inclinación argumenta que ella sólo hace el bien porque Dios ha obrado soberanamente en el corazón de esa persona (Fil. 2:12-13; Jn. 15:5). En otras palabras, la soberanía de Dios es directamente-causativa en el ablandamiento del corazón de una persona para que libremente quiera hacer el bien. Y por ello, Dios, y no los seres humanos, se lleva toda la gloria por el bien (Mt. 5:16).

Quizás te estés preguntando cómo puede Dios garantizar que la gente elija libremente hacer el mal que forma parte de su plan último si Él mismo no lo provoca activamente.

Aquí es donde creo que la comprensión del conocimiento medio de Dios es realmente útil. Los teólogos que se remontan a Luis Molina (1535-1600) han sostenido que Dios no sólo sabe lo que va a ocurrir (conocimiento libre), sino también lo que podría ocurrir (conocimiento natural) y lo que ocurriría si las circunstancias fueran diferentes (conocimiento medio). Es esta última categoría la que resulta especialmente aplicable a nuestro tema.

La Biblia habla del conocimiento medio de Dios en varios lugares. Permítanme darles un par de ejemplos:

¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. – Mateo 11:21

Cuando Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los guió por el camino de la tierra de los filisteos, aunque estaba cerca, porque dijo Dios: «No sea que el pueblo se arrepienta cuando vea guerra y se vuelva a Egipto». – Éxodo 13:17

En ambos casos, Dios sabía cómo respondería el pueblo si las circunstancias fueran diferentes. Con respecto a Tiro y Sidón, sabía que se habrían arrepentido si hubieran recibido la misma cantidad de revelación que Corazín y Betsaida. En el caso de Israel, Dios sabía que se habrían vuelto a Egipto si los hubiera guiado por la tierra de los filisteos.

Puesto que Dios sabe exactamente cómo responderemos en cada situación, es capaz de garantizar que las criaturas libres harán el mal que cumpla sus propósitos mayores sin causarles directamente que lo hagan.

Consideremos como ejemplo una operación encubierta. Cuando se hace correctamente, las fuerzas del orden orquestan una situación para que una persona que quiere vender drogas libremente lo haga. Las fuerzas del orden no tienen que coaccionarle para que lo haga. Simplemente establecen ciertos «factores» para que el traficante elija hacer lo que más quiere hacer y, por tanto, se le hace moralmente responsable de sus actos. Todo el tiempo, esta persona hizo exactamente lo que las fuerzas del orden planeaban que hiciera.

Aunque muchos de mis amigos libertarios también afirman el conocimiento medio de Dios, creo que tiene más sentido dentro del marco de la libertad de inclinación. Después de todo, ¿cómo puede Dios saber realmente lo que harían las criaturas libres en una situación hipotética si tuvieran el poder de elección contrario? Pero si la gente elige según sus deseos más fuertes, Dios puede saber exactamente qué elecciones malvadas hará la gente porque conoce los deseos de su corazón (1 Sam. 16:7).

Apliquemos el conocimiento medio de Dios a la historia de José. En esa historia ocurrieron todo tipo de males, especialmente que los hermanos de José lo vendieran como esclavo. Al final de la historia, José declara a sus hermanos: «Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente» (Gén. 50:20).

Cuando recordamos la historia, podemos ver cómo Dios orquestó las circunstancias de tal manera que garantizó que José llegara a Egipto. Hizo de José el hijo predilecto y le dio ciertos sueños. Hizo que lo enviaran a ver cómo estaban sus hermanos, se aseguró de que Rubén estuviera allí para que no mataran a José, e hizo que Rubén desapareciera convenientemente cuando pasaron los traficantes de esclavos. Dios sabía que los hermanos de José lo venderían como esclavo cuando todos estos «factores» estuvieran presentes.

El buen propósito de Dios al llevar a José a Egipto era salvar a la nación de Israel de la extinción. Sin embargo, actuó a través de las malas decisiones de los hermanos de José, decisiones que ellos querían tomar y decisiones que Dios sabía que tomarían si las circunstancias eran las adecuadas. Como José declaró al final, sus hermanos eran moralmente responsables de su maldad, a pesar de que llevaron a cabo el plan soberano y bueno de Dios.
Junto a José, mi esperanza es que todos seamos capaces de ver que aunque Dios haya ordenado soberanamente el mal, no es malo por hacerlo. Simplemente permite que los seres humanos hagan el mal que hay en sus corazones de manera que cumplan sus propósitos mayores.

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Ryan Leasure tiene un Máster en Artes en la Universidad Furman y un Máster en Divinidad en el Seminario Teológico Bautista del Sur. Actualmente, es candidato a Doctor en Ministerio en el Seminario Teológico Bautista del Sur. También sirve como pastor en Grace Bible Church en Moore, SC.

Traducido por Yatniel Vega

Editado por Mónica Pirateque

Fuente Original del Blog: https://bit.ly/4nK4lpr

 

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