Por Al Serrato
Hace muchos años, cuando era más joven y mucho menos sabio, decidí que sería un buen proyecto de padre e hijo invertir en un coche antiguo que pudiera restaurar. (Nota para los padres: es mucho mejor encontrar algo que les guste a tus hijos que al revés). Así que, después de buscar, y teniendo en cuenta mi escaso presupuesto, encontré un Mustang convertible del 87 que, en general, se encontraba en buenas condiciones. No me resultó difícil imaginar que, con un poco de esfuerzo y un sitio web especializado en piezas de Mustang, podría hacer que este coche tuviera calidad de sala de exposición en poco tiempo.
Después de que la novedad desapareciera, y el interés de mis hijos disminuyera de poco a nada, me encontré con que tenía un proyecto solitario entre manos que tenía esa molesta costumbre de progresar negativamente. Así es. No importaba cuántos elementos tachara de la lista de tareas, se seguían añadiendo más. Y descubrí que las cosas siempre pasaban de buenas a malas, de funcionar a estar rotas, de estar limpias a estar sucias. Los interruptores de las ventanas que funcionaban un día, dejaban de funcionar al siguiente. Los motores que hacen que las ventanas se muevan suavemente hacia arriba y hacia abajo comenzaron a rechinar y luego se detuvieron. Los fusibles se fundieron, una y otra vez. Sorprendentemente, el proceso nunca funcionaba al revés. No importaba el tiempo que esperara, los interruptores rotos nunca se arreglaban solos. Las piezas agrietadas de las molduras, o una luz trasera rota, nunca se reparaban solas. El óxido en el metal siempre aparecía donde antes no estaba, y nunca daba paso a un metal limpio y brillante. Sí, la ley de la entropía estaba plenamente vigente, y la única manera de revertir ese proceso era invertir tiempo, energía y dinero.
Esto, por supuesto, no es una sorpresa para cualquiera que haya tenido algo. Tampoco es una sorpresa para quien haya considerado el funcionamiento de la naturaleza. Los científicos nos dicen que esta ley -la entropía- es una característica del universo. La entropía es, sencillamente, una medida del desorden, y parece que una ley universal está en funcionamiento moviendo todo desde estados de mayor a menor orden. En otras palabras, la naturaleza tiene una dirección particular, y esa dirección es hacia abajo.
El cristianismo y el ateísmo son cosmovisiones que compiten entre sí. Cada una de ellas pretende dar sentido al mundo para explicar cómo son realmente las cosas. Y a pesar de la creciente popularidad del ateísmo, y del creciente desprecio por el cristianismo histórico, la cosmovisión atea es totalmente incapaz de dar sentido al mundo. En relación con la entropía, el ateísmo debe explicar por qué la “evolución” de la vida ha escapado a esta ley universal. ¿Cómo es que seres humanos increíblemente complejos evolucionaron a partir de formas de vida inferiores? Cuando el ADN se somete a cambios aleatorios, el resultado suele ser letal: se llama cáncer. Pero de alguna manera, insisten los ateos, dado el tiempo suficiente, una simple forma de vida unicelular adquirió las instrucciones necesarias para producir una vida humana completa, instrucciones que deben dirigir perfectamente el ensamblaje y el inter-funcionamiento de docenas de sistemas. Y si eso no fuera suficientemente difícil, ¿cómo puede haber surgido la vida a partir de un material inerte -sin vida-? Si se deja una roca sola durante unos milenios, se acaba teniendo, bueno, una roca.
La cosmovisión cristiana , por el contrario, puede proporcionar esa explicación. El acontecimiento del Big Bang que inició este descenso en el progreso, es el resultado de un ser masivamente poderoso e inmensamente inteligente, que proporcionó las leyes que vemos en la naturaleza, y que escribió las instrucciones que los científicos están empezando a descifrar dentro del ADN. La razón por la que la vida “evolucionó” en la tierra es porque un Diseñador Inteligente la diseñó y proporcionó la fuente de energía para impulsar el proceso. Reconocer la necesidad de esa “primera causa” no es algo anticientífico. De hecho, la ciencia moderna comenzó con la presuposición de que las mentes inteligentes podían desentrañar los misterios de la naturaleza porque estos misterios no eran aleatorios, sino que eran el producto de una mente ordenada, de la inteligencia.
Luchar contra lo evidente, como hacen los ateos, tiene aún menos éxito que luchar contra la entropía. Estarían mejor empleando su tiempo en actividades más productivas.
Recursos recomendados en Español:
Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek
Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek
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Al Serrato se licenció en Derecho por la Universidad de California en Berkeley en 1985. Comenzó su carrera como agente especial del FBI antes de convertirse en Fiscal en California, donde sigue trabajando. Una introducción a las obras de CS Lewis despertó su interés por la Apologética, que ha seguido durante las últimas tres décadas. Comenzó a escribir Apologética con J. Warner Wallace y Pleaseconvinceme.com.
Blog Original: https://cutt.ly/8QUxzYS
Traducido por Yatniel Vega García
Editado por Ámbar Porta