Por qué la mejor explicación puede ser un milagro

Por Al Serrato  

Todos buscamos intuitivamente la mejor explicación para un conjunto de hechos o circunstancias. A esto se le llama razonamiento abductivo. Los detectives hacen uso de este método de razonamiento cuando intentan resolver un crimen; ellos juntan las piezas de modo que surge una imagen de lo ocurrido con suficiente detalle como para tener la confianza de que es verdad. Los padres lo hacen cuando notan que a un pastel recién horneado le falta un trozo y el pequeño Johnny tiene migajas en los dedos y fruta manchando sus labios. No es requerido conocimiento perfecto para saber con suficiente certeza lo que ocurrió.

En lo que se refiere a la apologética, el razonamiento abductivo es una manera formal de sustentar la validez de las afirmaciones de la verdad cristiana. Aunque hay docenas de pruebas que respaldan la creencia de que la Resurrección ocurrió, muchos apologistas plantean el caso utilizando un enfoque de «hechos mínimos». Estos hechos generalmente indiscutibles incluyen que Jesús vivió, que fue condenado a muerte en una cruz romana, que más tarde su tumba fue encontrada vacía y que sus seguidores experimentaron encuentros con él los cuales fueron, en simples palabras, un cambio de vida. Estos seguidores incluían escépticos que lo conocían bien, como su hermano Santiago; zelotes que perseguían a sus seguidores, como Pablo; y numerosos hombres y mujeres que lo habían estado siguiendo durante su ministerio terrenal.

¿Qué es lo que mejor explica estos hechos? ¿Pudo ser que todos ellos estuvieran alucinando? Esto hace poco sentido, ya que sabemos que las alucinaciones no ocurren en escenarios multitudinarios. ¿Estaban simplemente equivocados acerca de quién era el que estaban viendo? Esto también carece de sentido explicativo, ya que una identificación errónea no es probable para miembros de la familia y amigos cercanos, y ciertamente no para muchas de esas personas. ¿Se trató simplemente de un pensamiento iluso? Aunque sus seguidores sin duda lo extrañaban afectuosamente, no es razonable concluir que se enfrentarían a la muerte por insistir en que seguía vivo, cuando sabían que no lo estaba. Tampoco el pensamiento iluso explicaría el cambio en quienes inicialmente estaban persiguiendo a los seguidores de Jesús, ni en quienes se convirtieron en seguidores solo después de su muerte. Ver que el caso acumulativo apunta al hecho de la Resurrección puede ser una forma poderosa de afianzar la fe.

Pero muchos siguen sin estar convencidos. Cuando me he encontrado con este tipo de personas, he descubierto que, en general, ellos no emplean el razonamiento abductivo descrito anteriormente. Ellos no han evaluado ni considerado el cúmulo de evidencia histórica para determinar qué otra inferencia razonable se ajustaría mejor a los hechos conocidos. En cambio, ellos parten de la presuposición de que los milagros – que, por supuesto, incluyen la resurrección de entre los muertos – simplemente no pueden ocurrir. En consecuencia, cualquier explicación de los hechos y eventos históricos que sugiera un milagro debería rechazarse de plano. El caso se pierde antes de ser considerado. 

En resumen, muchos sostienen que confiar en la posibilidad de un milagro es simplemente una admisión de ignorancia. Si tú no puedes explicar primero cómo ocurrió el milagro, argumentan ellos, no se debería poder confiar en él.

Este desafío de proporcionar una explicación de la “mejor explicación de los hechos” – es decir, explicar el milagro – es astuto pero fuera de lugar. Hay muchas circunstancias en las cuales podemos saber que algo es verdad, o que funciona, sin saber cómo es que eso es así. Tomemos nuestra capacidad de razonar o nuestro sentido innato del juego limpio: hago uso de estas cosas, aunque no tengo manera de explicar cómo funciona la razón, o por qué debería poder confiar en ella para llegar a conclusiones verdaderas. No puedo explicar cómo yo sé que «jugar limpio» es algo que debería importarme. La conciencia es otro ejemplo: en los quirófanos de todo el mundo, los anestesiólogos hacen uso de medicamentos que pueden poner a las personas “adormecidas” y luego devolverles la conciencia sin saber cómo es que esto ocurre. Ellos entienden el efecto que estos medicamentos tienen a nivel celular, y pueden medir las diferencias en la actividad de las ondas cerebrales, pero entender cómo el agrupamiento de células cerebrales pasa de consciente a inconsciente y viceversa todavía está más allá de la comprensión científica. Aunque no suelen considerarse como tales, la conciencia y la razón son en sí mismas «milagrosas»: no hay procesos naturalistas suficientes que puedan explicarlas.

Así pues, si la evidencia de que un hombre fue ejecutado y luego reapareció en un cuerpo reanimado y mejorado es suficientemente creíble, entonces el hecho de que actualmente no podamos «explicar» cómo ocurrió no prueba que no haya ocurrido. Considere por un momento los numerosos «milagros» médicos que han ocurrido. Hay innumerables casos en los cuales un proceso patológico se detiene, o se revierte, por razones que no están claras, al menos en la actualidad. A medida que avanza el conocimiento y la tecnología, algunos de estos milagros se explicarán mediante mecanismos naturalistas. Pero ¿cómo puede el escéptico posiblemente saber que esto siempre será así? ¿No requeriría esto un conocimiento perfecto de su parte, para saber con certeza que nunca pueden ocurrir desviaciones de las leyes de la naturaleza?

No hay nada de malo en querer saber más, con la búsqueda de más conocimiento y de más información para tener contestadas las preguntas del “cómo”. No hay nada de malo en intentar descartar todas las explicaciones naturalistas antes de considerar lo sobrenatural. Y puede ser que, al final, el conocimiento adicional modifique, o tal vez incluso cambié, algunos de nuestros puntos de vista.

Pero negarse a ir a donde conduce la evidencia debido a la creencia de que los eventos sobrenaturales son “imposibles” es un reflejo de un prejuicio subyacente, no de una expresión de pensamiento esclarecido.

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Al Serrato se licenció en Derecho por la Universidad de California en Berkeley en 1985. Comenzó su carrera como agente especial del FBI antes de convertirse en fiscal en California, donde trabajó durante 33 años. Una introducción a las obras de CS Lewis despertó su interés por la Apologética, que ha seguido durante las últimas tres décadas. Comenzó a escribir Apologética con J. Warner Wallace y Pleaseconvinceme.com.

Traducido por Francisco Álvarez

Editado por Wendy Rodas

Fuente Original del Blog: https://bit.ly/3ZfabG7  

 

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