Serie Defensa de la Resurrección: la Transformación de los Testigos Oculares

Por Brian Chilton

Uno de los aspectos históricos más fascinantes de la resurrección de Jesús es la transformación que experimentaron quienes afirmaron haberlo visto resucitado. Lo notable es que estas experiencias ocurrieron tan temprano que Richard Bauckham afirma que la «cristología más temprana era ya in nuce la cristología más elevada. Lo único pendiente era desarrollar de manera consistente lo que implicaba que Jesús formara parte integral de la identidad única del único Dios».[i] Entre los hechos mínimos aceptados, Gary Habermas identifica cuatro “hechos fundamentales” sobre Jesús: su muerte por crucifixión, las experiencias de los discípulos que los llevaron a creer en su resurrección, la transformación de los mismos discípulos y la conversión de Pablo.[ii] Así pues, la transformación de los discípulos se produjo al principio de la historia de la iglesia y, por tanto, tiene un enorme valor para el investigador histórico. Estas experiencias influyeron profundamente en la teología de los discípulos -aceptaron que Jesús había sido exaltado a una «posición de gloria celestial»[iii]– e incluso les infundieron tal valentía que estuvieron dispuestos a morir por la verdad que conocían. Las apariciones del Jesús resucitado transformaron radicalmente a cuatro hombres, quienes serán el enfoque de este artículo.

La emoción de Pedro al ver al Jesús resucitado fue tan intensa que no dudó en lanzarse al agua desde una barca y nadar hasta la orilla solo para encontrarse con Él (Juan 21:7). Sin embargo, cargaba con una profunda lucha interna. Durante el juicio de Jesús, en el patio del sumo sacerdote, Pedro negó conocerlo tres veces, incluso frente a una mujer que servía como criada del sumo sacerdote (Juan 18:25-27). Jesús ya había predicho esta negación, y al cumplirse, Pedro quedó sumido en un profundo dolor y angustia (Lucas 22:61). Probablemente pensó que su traición lo había descalificado para siempre del ministerio. ¿Por qué volvería Jesús a confiar en él? A pesar de ello, hay evidencias que sugieren que Jesús se apareció a Pedro de manera privada (Marcos 16:7; Lucas 24:12; y 1 Cor. 15:5). Sin embargo, el punto culminante de su restauración ministerial proviene de un encuentro inolvidable con el Jesús resucitado en las orillas del mar de Galilea. Mientras compartían un desayuno junto a una fogata, Jesús le preguntó tres veces a Pedro si lo amaba (Juan 21:15–19). Pedro afirmó que sí, y Jesús lo reinstauró en el ministerio. Después de su encuentro con Jesús en la costa -la tercera vez que Jesús se había reunido exclusivamente con los discípulos tras su resurrección-, Pedro no volvió a negar que conocía a Jesús. Al contrario, proclamó con valentía a Jesús hasta el momento en que murió por Cristo. Según la tradición de la iglesia, Pedro fue crucificado de cabeza en Roma alrededor del año 64 d.C., ya que no se consideraba digno de morir de la misma manera que Jesús. Así lo documentaron el historiador Eusebio de Cesarea[iv] y Orígenes de Alejandría.

Tomás, quien había seguido a Jesús desde el inicio de su ministerio, estuvo notoriamente ausente cuando Jesús se apareció por primera vez a los discípulos (Juan 20:24-25). ¿Dónde estaba Tomás cuando Jesús se apareció por primera vez a los discípulos? ¿Había abandonado el ministerio? ¿Buscaba reabrir su antiguo negocio, fuera cual fuera? Nadie podría culparlo: había sido testigo de la crucifixión de su líder en un madero. Su esperanza en Jesús murió cuando el cadáver de Jesús fue colocado en una tumba, o eso pensaba él. Independientemente de sus actividades, dudaba de la validez de la afirmación de los discípulos de que Jesús había resucitado de entre los muertos. De nuevo, nadie puede culpar a Tomás por su escepticismo. Aunque las distintas sectas judías tenían opiniones divergentes sobre el Mesías, ninguna de ellas preveía que el Mesías resucitaría de entre los muertos antes del final de los tiempos. Además, los muertos no suelen resucitar. Tomás estaba justificado en su incredulidad. Sin embargo, todo cambió cuando Tomás se encontró con el Jesús resucitado. Jesús lo invitó a tocar las marcas de los clavos en sus manos y la herida en su costado (Juan 20:27-29). Luego, lo confrontó con estas palabras: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron» (Juan 20:29).

Tomás no siguió siendo «el incrédulo Tomás». Más bien, se convirtió en el «el creyente Tomás». Según la tradición y los apócrifos de los Hechos de Tomás, la iglesia echó a suertes a qué parte del mundo serviría cada discípulo. La suerte de Tomás le llevaría a la India. El discípulo se encontraría con los reyes de la región y no tendría la mejor relación con ellos. La esposa del rey Misdeus se convirtió al cristianismo ante el desprecio del rey. La esposa del rey abrazó el cristianismo, desobedeciendo los deseos de su esposo y provocando su ira. Finalmente, el rey ordenó la ejecución de Tomás en Madrás, India. Aunque no toda la información sobre el ministerio de Tomás en la India puede verificarse, parece que hay buenas razones para creer que Tomás murió de alguna manera por su fe durante su estancia en la India[v].

«Santiago el envidioso» se utiliza para esta sección, pero no es más que una posibilidad para describir por qué Santiago no creyó en Jesús durante su ministerio terrenal. Los Evangelios nos dicen que los hermanos y hermanas de Jesús no creyeron inicialmente en él (Juan 7:5). Sin embargo, más tarde, Santiago experimentó un cambio tan profundo que llegó a ser el pastor de la iglesia de Jerusalén. ¿Qué ocurrió? En el credo de 1 Corintios 15 menciona a Santiago como uno de los testigos de Jesús resucitado. La vida de Santiago se transformó radicalmente a causa de la resurrección. El historiador judío Josefo registra el posterior martirio de Santiago, el hermano de Jesús. Él escribe,

«Muerto ya Festo, y estando Albino en el camino, reunió al Sanedrín de los jueces, y llevó ante ellos al hermano de Jesús, que se llamaba Cristo, el cual se llamaba Santiago, y a algunos otros… y habiendo formado acusación contra ellos como infractores de la ley, los entregó para que fuesen apedreados”.[vi]

Al igual que Pedro y Tomás, la resurrección transformó a Santiago hasta el punto de que estaba dispuesto a dar su vida por el Jesús que antes había rechazado. La resurrección cambió las connotaciones negativas de Santiago sobre Jesús, transformándolas en adoración. Algo extraordinario, ¿no crees?

La transformación de Pablo es la más popular de las cuatro. Pablo, también conocido como Saulo, era un perseguidor de la Iglesia. Era un fariseo de fariseos, discípulo del famoso Gamaliel (Hechos 22:3), y estaba destinado a convertirse en miembro del Sanedrín. Sin embargo, Pablo cambió radicalmente en un viaje hacia Damasco. Pablo había esperado encarcelar o incluso asesinar a los discípulos de Jesús (Hechos 9:1). Tenía permiso por escrito de las autoridades judías para encarcelar a cualquier discípulo de Jesús en Damasco y llevarlo de vuelta a Jerusalén para ser juzgado (Hechos 9:2). Mientras Pablo se dirigía a Damasco, el Jesús resucitado se le apareció en un deslumbrante despliegue de poder. Jesús resucitado le preguntó: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». (Hechos 9:4). Jesús se identificó y le indicó a Pablo que entrara en la ciudad. A partir de ese momento, Pablo se convirtió en discípulo de Cristo. A los discípulos no les entusiasmaba demasiado la idea de aceptar a Pablo en su redil. Pensaban que Pablo estaba organizando un sabotaje. Pero, como dijo Jesús resucitado a Ananías: «Ve, porque él es Mi instrumento escogido, para llevar Mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los israelitas» (Hechos 9:15).

Pablo sufriría mucho por la causa de Cristo, enfrentando numerosas dificultades a lo largo de su vida. Sin embargo, persistió hasta el final. La tradición sostiene que Pablo fue decapitado en Roma más o menos al mismo tiempo que Pedro murió crucificado. Esto es verificado por Tertuliano, lo que implica que Pablo fue considerado un mártir a finales del siglo II, al menos en el norte de África.[vii] En su obra fundamental, McDowell considera la muerte de Pablo como «la mayor probabilidad posible»[viii] y que la decapitación de Pablo es «más probable que lo contrario».[ix]

De los cuatro individuos mencionados, queda claro que la resurrección de Jesús produjo una transformación profunda en las vidas de aquellos que se encontraron con el Jesús resucitado. Además, la compasión amorosa de Jesús se refleja en cómo perdonó a Pedro por sus faltas pasadas, en su disposición para ofrecer pruebas al escéptico, en su voluntad de incluir incluso a los miembros de su familia que lo habían herido, y en la manera poderosa en que aceptó el arrepentimiento de aquellos que fueron sus enemigos. El Jesús resucitado sigue transformando vidas aún hoy. Solo la eternidad revelará cuántas almas han sido transformadas por este Salvador misterioso, poderoso y lleno de amor, que continúa buscando y salvando a los perdidos.

 

[i] Richard Bauckham, Jesus and the God of Israel: God Crucified and Other Studies on the New Testament’s Christology of Divine Identity (Jesús y el Dios de Israel: Dios crucificado y otros estudios sobre la cristología de la identidad divina en el Nuevo Testamento) (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2009), 235.

[ii] Gary R. Habermas, The Historical Jesus: Ancient Evidence for the Life of Christ (El Jesús histórico: Pruebas antiguas de la vida de Cristo) (Joplin, MO: College Press, 1996), 162.

[iii] Larry W. Hurtado, One God, One Lord: Early Christian Devotion and Ancient Jewish Monotheism (Un Dios, un Señor: La devoción cristiana primitiva y el antiguo monoteísmo judío), 3rd ed (London, UK: Bloomsbury, 2015), 93.

[iv] Eusebio de Cesarea, Ecclesiastical History (Historia eclesiástica) 5.3.1.

[v] A pesar de las dificultades que rodean la tradición del martirio de Tomás, McDowell sostiene que el martirio de Tomás es «más probable que lo contrario». Sean McDowell, Fate of the Apostles: Examining the Martyrdom Accounts of the Closest Followers of Jesus (El destino de los Apóstoles: Examinando los relatos del martirio de los seguidores más cercanos de Jesús )(London, UK: Routledge, 2008), 173.

[vi] Josefo, Antiquities of the Jews (Antigüedades de los judíos) 20.200-203.

[vii] Tertuliano, The Prescription Against Heretics (La receta contra los herejes) (36.

[viii] McDowell, The Fate of the Apostles (El destino de los Apóstoles), 113.

[ix] Ibid., 114.

Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek

Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek recursos


Brian G. Chilton obtuvo su doctorado en Teología y Apologética en la Liberty University (con alta distinción). Es el presentador de The Bellator Christi Podcast y el fundador de Bellator Christi. Brian recibió su Maestría en Divinidad en Teología de la Universidad Liberty (con alta distinción); su Licenciatura en Ciencias en Estudios Religiosos y Filosofía de la Universidad Gardner-Webb (con honores); obtuvo un Certificado en Apologética Cristiana de la Universidad de Biola, y planea realizar estudios filosóficos en un futuro próximo. También está matriculado en Educación Pastoral Clínica para aprender mejor cómo capacitar a los que le rodean. Brian es miembro de la Sociedad Teológica Evangélica y de la Sociedad Filosófica Evangélica. Brian ha servido en el ministerio durante más de 20 años y actualmente sirve como capellán clínico de hospicio, así como pastor.

Traducido por Wendy Rodas

Editador por Andrés Barrera

Fuente Original del Blog:  https://cutt.ly/mmfnj9C

 

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