Lil Nas X
De vuelta a donde empezamos.
¿Qué pensarías si te dijera que el problema con Lil Nas X no es que sea homosexual, sino cómo percibe la respuesta de la Iglesia por ser homosexual?
De alguna manera ha llegado a la conclusión de que debería odiarse por tener una tendencia natural a la atracción por el mismo sexo. Por alguna razón, el señalar un estilo de vida pecaminoso se ha equiparado a señalar la maldad de la persona. Y creo que la razón está fundamentada en la idea de la identidad. En esta última sección de esta serie, intentaré mostrar un “mejor camino” para lidiar con estas problemáticas.
Debo destacar, que estas ideas no se me ocurrieron a mí. Ha habido muchos otros antes que yo, como Cristopher Yuan, Rachel Gilson, Preston Sprinkle, Leadthemhome.org y otros, defienden los mismos principios, pero mi intención es plantear una estrategia simple, directa y aún así difícil de implementar.
En un intento de aliviar la penosa unión entre pecado y pecador, los cristianos han inventado una frase concisa que tal vez hayas escuchado (o quizás la has dicho): “Odia el pecado pero ama al pecador.”
Como ya dije en la parte uno de esta serie, la sexualidad es un asunto completamente diferente. No se trata de un vicio universalmente aceptado que debe ser enfrentado como la drogadicción o el alcoholismo. El mundo se ha esforzado por hacer inseparables la sexualidad y la identidad, y la Iglesia, por alguna razón, está de acuerdo con las condiciones de ese concepto. Así que, cuando un cristiano dice: “Odia el pecado pero ama al pecador”, el que no es cristiano lo resistirá con indignación. ¿Por qué? Porque el que no es cristiano solo tiene una identidad y a esa se le cataloga como pecado. Por ello, el no cristiano cree que el cristiano sutilmente está diciendo, “odia su identidad pero ama lo que llegarían a ser si tan solo pudiéramos cambiarlo”, pero ellos son felices con la identidad que tienen actualmente.
Por supuesto, esa no es la intención de la frase, pero su uso ha tenido consecuencias inesperadas para con la comunidad LGBTQ+ por décadas. Toda una generación de seres humanos que toman su identidad de sus inclinaciones sexuales tienen la creencia que los cristianos les odian por el simple hecho de “ser quienes son.”
Ante esto las soluciones son, odiarse a sí mismos y tratar de ser algo que no son, o dejar atrás las miradas intolerantes de quienes dicen amarlos y perseguir un estilo de vida que parece ofrecer satisfacción y felicidad.
La iglesia liberal hizo bien en reconocer esta reacción como algo inaceptable. Después de todo, Dios quiere que todas las personas lleguen al conocimiento de la fe salvadora en Él, ¿no es así (1 Timoteo 2:3-4)?
Si bien su diagnóstico del problema es probablemente acertado, en la parte dos y tres de esta serie mencioné que su respuesta al problema (afirmar a la gente en su pecado) no fue acertada y está haciendo más daño que bien.
¿Y qué sigue?
¿De qué manera puede la Iglesia afirmar la santidad de Dios y su marco moral para la creación y al mismo tiempo ministrar a quienes se identifican estrechamente con el pecado que impulsa su sexualidad?
Hace poco escuché un podcast del experto conservador Andrew Klavan, quien es cristiano. Klavan tiene un hijo gay que afirma tener fe en Cristo Jesús, esto metió a Klavan en el dilema de tildar como pecado la homosexualidad.
No voy a criticar los ideales de Klavan en esta área; sin embargo, creo que su respuesta a la pregunta que la madre de un hijo gay le hizo merece cierta consideración. En medio de la respuesta a la pregunta de esta madre, Andrew dice algo así como:
“La homosexualidad es el único pecado que no permitimos en nuestras iglesias. Al que es obeso no le decimos que deje la comilona, pero al gay le decimos que deje de ser gay. Mi consejo es que ames a tu hijo con el amor de Cristo y ores para que dentro de las plegarias que su hijo le haga a Dios le presente su sexualidad de la misma manera en que todos deberíamos presentar nuestra sexualidad a Dios” (parafraseado).
Creo que Andrew ha expuesto algo importante aquí. Tratamos al pecado de la homosexualidad de manera diferente al resto de pecados.
Ahora bien, algunos podrían rebatir la declaración de Andrew diciendo (atinadamente) que el pecado sexual es más grave y deja consecuencias internas que otros pecados no (1 Cor. 6:18). Por lo tanto, la glotonería no es el mejor ejemplo, pero la respuesta a otros pecados sexuales entonces debe ser considerada.
- ¿Cuántos jóvenes en tu iglesia han tenido sexo prematrimonial?
- ¿Cuántos hombres (y mujeres) tienen la costumbre de ver pornografía?
- ¿Cuántos matrimonios se han roto debido a la infidelidad o al abuso?
- ¿Cuántos adolescentes luchan con deseos pecaminosos con personas del sexo opuesto?
¿Qué sucedería si a éstas personas les diéramos el mismo trato que damos a quienes luchan contra (o aceptan) la homosexualidad?
¿Y si creyéramos que la respuesta a la homosexualidad no es obligarle a ser heterosexual sino ayudar a la persona a dedicar su vida a Cristo?
En la misma respuesta Klavan menciona un concepto que es bastante extraño en nuestras conversaciones sobre la homosexualidad. Dijo algo como dejar que Dios sea el que se oponga al pecado en la vida de las personas, ya que todos estamos sumidos en algún pecado.
En esa línea de razonamiento, al notable teólogo y decano en teología de la African Christian University (Universidad Africana Cristiana) en Zambia, Voddie Baucham, se le atribuye la siguiente frase en lo que respecta al evangelio:
“El mensaje del evangelio es más sobre el pecado que sobre los pecados. El punto es que no necesito conocer el pecado en específico que comete la persona para después acercarme y decirle que debe dejar de hacerlo, sino que me acerco porque su naturaleza necesita ser cambiada” (el énfasis es mío).
¿Qué tan seguido le pedimos a una persona que lucha contra la mentira que primero deje de mentir antes de venir a Cristo? ¿Cuántas veces le hemos dicho a alguien que es adicto a las drogas o a la pornografía que primero renuncien a su adicción antes de acercarse a Cristo?
Pero la forma en que tratamos la homosexualidad en la iglesia es muy diferente, pues casi obligamos al homosexual ya sea hombre o mujer a dejar su comportamiento homosexual antes de presentarse delante de Cristo.
¿Y si en vez de gastar tiempo para convencer a la gente de cada pecado que tenga, lo usáramos para demostrar que nuestra propia naturaleza pecaminosa es la razón por la cual necesitamos un salvador?
Esto no significa que debemos aceptar que los comportamientos pecaminosos son algo bueno. Si eso hiciéramos estaríamos limitando la obra del Espíritu Santo para convencer a los individuos de los pecados individuales. Decirle a un adicto que su adicción no es algo problemático sino que es parte de su identidad y que debe aceptarla, ¿por qué iba a buscar el adicto una salida a su adicción?
La iglesia tiene una historia desagradable de manejo deficiente de los asuntos sexuales y es algo que debemos reconocer.
Creo que el mensaje que el mundo necesita escuchar es que cada individuo está roto y no que se les tache de malvados, y no pueden oír este mensaje a menos que primero les digamos cuán rotos estamos cuando permanecemos separados de Cristo. En otras palabras, no se trata de cuánto deseamos convencer a la cultura post cristiana sobre cuán hundidos están moralmente, sino mostrarles que no tienen esperanza así como nosotros no teníamos esperanza.
En vez de gritarle a las personas que es seguro que morirán por estar dentro de un edificio en llamas, deberíamos mostrarles una salida, “¡Si no quieres morir, sigue este camino!”
Esto es lo Voddie Bauchman nos dice en lo que respecta a cómo deberíamos predicar el evangelio. El evangelio no son las buenas noticias sobre modificar el comportamiento. El evangelio son las buenas noticias que anuncian que el Dios Todopoderoso del universo ¡ha mostrado un camino que conduce a la vida!
En mi plática con una ex estudiante respecto a estos temas me expresó su preocupación por el “odio en el internet” de supuestos cristianos hacia la comunidad LGBTQ+. Su preocupación provenía de dos lados, uno tenía que ver con ella y era el malentendido de lo que realmente significa odio, eso seguro, y el otro está relacionado con los cristianos y su falta de pericia para adentrarse en la sociedad y guiarla hacia Cristo.
Tomemos como ejemplo el sermón de Pablo en Atenas o el Areópago (Hechos 17).
Pablo pudo haber pasado por Atenas y elaborar un discurso acerca de su politeísmo e idolatría. Pero, él sabía que esta manera no era conveniente para expresar las buenas noticias de Jesús. Por ello, prefirió elogiar su espiritualidad y su pasión, y así es cómo encontró la oportunidad para hablar del evangelio.
Fuera de las paredes de la Iglesia debemos buscar oportunidades de conversación con la cultura americana post cristiana similares al diálogo en el Aerópago y no enfocarnos en las reprensiones como vemos en la carta a los corintios.
¿Cuál es la diferencia?
En este lado, Pablo se estaba dirigiendo a no creyentes (Areópago) pero en el otro lado les estaba hablando a supuestos creyentes que sabían más. (1 Corintios).
La Iglesia ha pasado mucho tiempo argumentando que la homosexualidad es una amenaza que hemos perdido la oportunidad (en muchos sentidos) de ministrar la gracia y la verdad. ¡No existe tal amenaza contra la Iglesia! ¡Las puertas del mismo infierno no son una amenaza! (Mateo 16:17-19)
La iglesia liberal les ha mostrado gracia y ha reforzado la verdad, y por ello el trabajo de la iglesia ortodoxa se ha vuelto más difícil. Ahora distintos evangelios compiten por los homosexuales. Este es un fracaso de la Iglesia, no de Dios y tampoco es el fracaso de quienes están siendo desorientados.
Hay un evangelio que afirma que pueden existir sin problemas la identidad sexual y la identidad de ser hijo de Dios y otro evangelio afirma que cualquiera puede ser adoptado para ser hijo de Dios pero insiste en que debe existir un dominio propio en lo que tenga que ver con sus comportamientos y apetitos.
Pero en nuestra tendencia de perseguir con pasión la verdad no nos dimos cuenta que en muchas situaciones atropellamos a la gracia.
No es necesario convencer a los homosexuales que debido a ese pecado en específico es que deben acudir a Cristo, lo que necesitamos es convencerles de que son pecadores (sin importar si son homosexuales o no) y porque son pecadores es que necesitan un Salvador. En otras palabras, nuestra conversación debería ser la misma para un joven que está viviendo con su novia y para un joven que está viviendo con su novio, sin embargo solemos manejar ambas situaciones de manera muy diferente.
Las personas no necesitan renunciar a todos sus pecados antes de conocer a Jesús, solo a su naturaleza pecaminosa. Renuncian a la esclavitud del pecado y acepta la esclavitud a la justicia en el momento en que ponen su fe en Cristo. Y luego el Espíritu Santo comienza a trabajar y, como todos sabemos, ¡es muy probable que sigan luchando!
Si llegan a la conclusión de que deben odiarse por lo que son, es muy probable que los argumentos de nuestra conversación fueron deficientes.
Así que, ¿qué significa este “camino más excelente”? ¿Debemos permanecer callados ante la homosexualidad culturalmente? No, pero debemos cubrir la verdad con amor. La homosexualidad no es el principal asunto a encarar, al igual que la promiscuidad y la adicción a la pornografía no son las principales cuestiones a tratar. El verdadero asunto a tratar es un corazón que urgentemente necesita ser limpiado, reparado y renovado. ¡Señor, danos un corazón de carne y quítanos el corazón de piedra! (Ez. 36:26) Con frecuencia, la Iglesia actúa desde un corazón de piedra para quienes pertenecen a la comunidad LGBT+.
Considero que la siguiente lista son algunas (aunque no todas) de las maneras en que la Iglesia puede ver progresos en sus diálogos sobre la sexualidad en la cultura de nuestros días. No son fáciles, pero creo que no son complicados y están alineados con las Escrituras y con el Evangelio.
- No uses la palabra “identidad” cuando hables de sexualidad. Simplemente no lo hagas. Si dos personas llegan a tu iglesia y te dicen “somos una pareja gay”, trátalos como lo harías con una pareja heterosexual que sin estar casados viven juntos.
- Deja de decirles que Dios les quitará sus tendencias homosexuales cuando se rindan a Cristo. Esto les pone una carga imposible de llevar a un grupo específico de personas. Es posible que Dios no elimine mis deseos lujuriosos, pero puedo orar para que Él los someta a su voluntad. Lo mismo aplica para las personas que tienen tendencias homosexuales. Es posible que Dios no los transforme (y probablemente nunca lo hará) y eso está bien. ¡Incluso es algo que debemos celebrar y por ello debemos coadyuvar! Estos hermanos y hermanas necesitarán en todo tiempo más de nuestra ayuda que el resto de la congregación porque ellos siempre se sentirán atrapados entre dos mundos que son opuestos.
- Reconforta a los homosexuales con el evangelio, ofrécete para estar pendiente de ellos (si te lo piden) y no los trates como si hubiera algo mal con ellos porque no tratarías de esa manera a cualquier otra persona que estuviera luchando con cualquier otro pecado.
- Aliéntales a estudiar constantemente la Palabra, no solamente los lugares donde hable de la homosexualidad, sino que observen todo el consejo de Dios. Si desean información sobre el tema, diles que juntos lean los libros de Christopher Yuan o de Preston Sprinkle. (¡Primero leelos tú!)
- ¡Ora, ama y sé amigable! Recuerda que no debes cambiar la verdad, pero eso no implica que debes eliminar el amor y la amistad.
- Aconseja al liderazgo de la iglesia que se acerquen a esta problemática desde la perspectiva del evangelio, no desde la perspectiva moralista. Muéstrales nueva información como la que está en el punto 4, y específicamente acude a la página leadthemhome.org.
- Sé consciente de tu comportamiento en las redes sociales en lo que respecta a estos temas y proponte mejorar.
Finalmente, date cuenta que esta es una batalla cuesta arriba. Por hacer las cosas de diferente manera tendremos ataques en ambos frentes. Podríamos perder amistades, quizá ofendamos a otros sin habérnoslo propuesto, y es posible que nos difamen con todo tipo de adjetivos por quienes creen que la homosexualidad es un pecado y por aquellos que creen que es algo normal. Trabaja para mantenerte firme en la verdad sin importar las consecuencias, pero no olvides la gracia y el amor mientras lo haces (Mat. 5:10).
Creo que el comportamiento homosexual es pecado, pero no creo que que sea un pecado que exceda al conocimiento de un Dios todopoderoso. La iglesia debería dejar de creer que la oscuridad entrará por sus puertas por no erradicar prontamente este pecado. ¡Que Dios nos conceda a todos gracia y favor en nuestro esfuerzo por glorificar su nombre y para traer a otros al pie de la cruz!
Recursos recomendados en Español:
Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek
Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Josh Klein es un pastor de Omaha, Nebraska con más de una década en el ministerio. Se graduó con un MDiv (Maestría en Divinidad) del Sioux Fall Seminary y pasa su tiempo libre leyendo y enfrentando problemas culturales y teológicos del presente y del pasado. Desde hace doce años está casado con Sharalee Klein y tienen tres hijos.
Traducido por Gustavo Camarillo
Editado por Daniela Checa Delgado