Cinco razones por las que Dios desea que las mujeres cristianas hagan apologética

Como cristianas, Dios nos ha mandado no solo a compartir que creemos en Jesucristo, sino también a explicar el porqué. Aquí presentamos algunas evidencias en las Escrituras de que Dios nos ha llamado a nosotras las mujeres a conocer y a presentar las razones probatorias por las que creemos en el cristianismo, lo que conlleva el ministerio de la apologética. Piensa en estas cinco razones:

  1. Como mujeres, fuimos creadas como seres racionales llamadas a amar al Señor nuestro Dios no solo con nuestros corazones, sino también con nuestras almas y nuestras mentes (Mateo 22:37). Nuestra confianza en Cristo no está cimentada en una emoción ciega, sino en una evaluación intelectual de la evidencia de que nos ha convencido de la verdad del cristianismo y eso ha dado lugar a una fe razonable. Lucas 10:38-42 registra la visita de Cristo a la casa de dos mujeres llamadas Marta y María. Cuando Marta se quejó de que María era una holgazana por no ayudarla a preparar la comida, Jesús alabó a María por escuchar Sus enseñanzas. Aunque Él probablemente apreció los esfuerzos de Marta en la cocina, podemos inferir razonablemente que Él afirmó la curiosidad intelectual y el compromiso de María de ir en pos de la verdad.
  2. Como mujeres, somos seres relacionales que estamos llamadas a amar a nuestro prójimo como a nosotras mismas (Mateo 22:39). Nuestro prójimo incluye a la gente que está en nuestra esfera de influencia, comenzando por nuestros familiares inmediatos. Por ejemplo, Dios nos insta a amar y a respetar a nuestros esposos (ver Efesios 5). ¿Cómo puede la apologética reforzar nuestro matrimonio? Si nuestro esposo es creyente, podemos afirmar las verdades para edificar su fe al igual que la nuestra, y ayudarle cuando lucha con la duda. Pero, ¿qué hacemos si estamos casadas con un esposo incrédulo? Cuando conocemos las evidencias de nuestra fe, podemos amarlo sin ser sacudidas en nuestra fe, aun cuando nuestro esposo sea hostil a las afirmaciones cristianas. No utilizamos el conocimiento como un arma contra él. En cambio, se nos da la libertad de ponernos a la defensiva para practicar 1 Pedro 3:1-4, procurando vivir conforme a una vida transformada por Cristo delante de nuestro esposo, de modo que “sea ganado sin palabra por la conducta de [su] esposa”. Lee Strobel, un antiguo ateo y autor de “El caso de Cristo”, dijo que su esposa se había convertido en creyente, y el cambio en su manera de tratarlo a él y a sus hijos fue tan atractivo que él se embarcó en su propia búsqueda y finalmente, confió en Cristo.

Otra relación en la que la apologética puede ser útil es con nuestros hijos. Tito 2:5 describe a las mujeres como “cuidadoras” en su hogar que les enseñan a sus hijos. “Cuidar” implica vigilar o resguardar. El conocimiento de la apologética nos equipa para vigilar y ser de influencia en la cosmovisión de nuestros hijos. Antes de resguardar la cosmovisión de nuestros hijos, debemos saber qué es una cosmovisión, la evidencia que afirma la verdad de la cosmovisión cristiana, las aseveraciones de otras cosmovisiones y cómo responder a tales aseveraciones con el fin de demostrar que el cristianismo tiene el mayor sentido. Eso es la apologética. Entonces, cuando nuestra hija llega a casa de la escuela diciendo que su amiga es hindú, por ejemplo, podremos responderle cuando pregunte por qué los hindúes tienen santuarios en sus casas y los cristianos no.

Nuestra relación con otras mujeres también pueden ser redentoras y edificantes, mientras procuramos presentarles a Cristo a nuestras amigas incrédulas y guiar a las mujeres más jóvenes en la fe para que maduren en su relación con Cristo. Tito 3:2-5 nos manda a nosotras como mujeres maduras a ser “maestras del bien” (RV 1960) para las que vienen tras nosotras. Este llamado no es una opción para nosotras. Las mujeres más jóvenes nos necesitan desesperadamente para que las guardemos bajo nuestras alas y las animemos a que vivan para Cristo en una cultura que cada vez se vuelve más hostil al cristianismo. Finalmente, las mujeres están singularmente equipadas para entablar conversaciones sobre la fe con las mujeres incrédulas. Para algunos grupos de mujeres, nuestra disposición a acercarnos a ellas es la única esperanza que tienen de conocer sobre Cristo de una manera comprensible. Por ejemplo, solo las cristianas pueden alcanzar a las musulmanas que no se sienten cómodas hablando con los hombres.

  1. Como mujeres, somos responsables de testificar lo que hemos visto y oído con respecto a la identidad y resurrección de Cristo, y la cantidad de evidencias del cristianismo que Dios ha inculcado dentro del orden creado. Según Marcos 16:1-11, las mujeres fueron las primeras en ser testigos de la tumba vacía y a ellas se les indicó que fueran a decirles a los demás. Si Jesús les confió a las mujeres la responsabilidad de hablar la verdad del único acontecimiento más trascendental de la historia de la humanidad, entonces, nosotras también podemos testificar. Y no solo podemos compartir nuestra experiencia personal con Jesucristo como lo hicieron las mujeres de la tumba, sino también las evidencias históricas, científicas y filosóficas que nos ha provisto nuestro amoroso Dios. Al hacerlo, como mujeres cumpliremos con el mandamiento de hacer discípulos en todas las naciones (Mateo 28:19-20).
  2. Como mujeres, estamos llamadas a estar preparadas para dar razones convincentes de nuestras creencias, aun si debemos sufrir al hacerlo. 1 Pedro 3:15-17, un versículo lema para la apologética, nos dice que debemos estar “siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia; teniendo buena conciencia, para que en aquello en que sois calumniados, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo. Pues es mejor padecer por hacer el bien, si así es la voluntad de Dios, que por hacer el mal”. (LBLA). Resulta interesante que los primeros siete versículos de 1 Pedro 3 él se dirige primero a los esposos y después a las esposas. Luego, en el versículo ocho, que finaliza con el mandamiento de los versículos del 15 al 17, Pedro dice, “Finalmente, todos ustedes, hombres y mujeres” en su llamamiento posterior. Así que, tanto hombres como mujeres estamos llamados y tenemos el honor de participar en los padecimientos de Cristo en la defensa de la fe.
  3. 5. Finalmente, como mujeres cristianas debemos ser renovadas en el espíritu de nuestra mente (Efesios 4:11-24). No debemos permanecer siendo bebés en Cristo, sin entender los elementos básicos de nuestra fe, y siendo fácilmente movidas de un lado a otro. Una vez, una amiga me dijo luego de leer “El código DaVinci” que hubiera deseado no haber leído ese libro jamás, pues provocó dudas en ella. Cuando fallamos en renovar el espíritu de nuestra mente con la verdad, somos sacudidas con cada doctrina nueva que llega a la escena. El conocimiento de la apologética cimenta nuestras creencias en la fuerte evidencia y hace que nuestra fe en Cristo sea la respuesta más razonable a un Dios que ha saturado el universo de testigos de Su presencia y de Su carácter.

Así que, cuando alguien nos pregunte por qué creemos que Dios desea que las mujeres cristianas hagamos apologética, podremos compartirle las cinco razones. Podremos explicarles que Dios nos hizo seres racionales y relacionales, nos hizo testigos responsables de la verdad, y nos proveyó el conocimiento con el cual podemos prepararnos y ser renovadas en nuestra mente para compartir las evidencias abrumadoras de que el cristianismo es verdadero.


Blog Original: http://bit.ly/2C9M7Ke

Traducido por Natalia Armando

Editado por María Andreina Cerrada

 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *