Por Bobby Conway
Todos hemos oído la historia del hijo pródigo en Lucas 15. El chico cobra su herencia antes de tiempo, pero la despilfarra. Al final recapacita y vuelve a casa. Y, sin embargo, lo que leemos es la impactante celebración de la gracia personificada a través de la respuesta del padre. A lo lejos, este padre que tanto esperaba, puede ver a su hijo destrozado. El hijo se fue vestido de rico. Ahora vuelve en harapos. Se fue con la barbilla en alto, orgulloso y arrogante. Ahora lleva la cabeza gacha, apenado y avergonzado. Se fue rechazando a su padre. Básicamente, deseándole la muerte, con tal de recibir una herencia temprana. Y ahora, cuando ve regresar a su hijo, ¿qué siente el padre? Compasión.
La raíz de esta palabra compasión significa literalmente “entrañas”. Lo que sintió el padre, lo sintió tan profundamente que, hasta sus entrañas, sus intestinos, lo registraron. Agoniza por dentro ante lo que ha sido de su hijo. No está visceralmente conmovido por la ira, sino, sorprendentemente, por la compasión. Lo entenderíamos si el padre sacara la cabeza por la puerta y le gritara para avergonzarlo: “¿Seguro que quieres volver aquí, hijo?”. Pero no. Al padre se le remueven las entrañas de compasión.
La ceremonia de la Kezazah
Según Kenneth E. Bailey, autor de The Cross & The Prodigal (La cruz y el hijo pródigo), explica cómo al volver a casa, el hijo pródigo probablemente se enfrentó a la perspectiva de algo llamado la ceremonia de la Kezazah. La Kezazah era una ceremonia que una aldea judía celebraba exactamente en esta situación: alguien se había ido de casa, había rechazado los principios de la comunidad, había perdido todas sus posesiones a manos de los gentiles, y luego había regresado. Los aldeanos rompían vasijas a los pies del individuo, simbolizando que ya no estaban en hermandad con la persona que regresaba. Rompían relaciones con él. Era una forma de avergonzar al individuo, de hacerle sentir completamente vacío. Y lo que es más importante, la ceremonia tenía lugar en las afueras de la aldea antes de que el individuo pudiera volver a casa.
¿Un abrazo corriendo?
Con esta imagen en mente, mira lo que ocurre cuando el padre ve a su hijo. “Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión, corrió, lo abrazó y lo besó” (Lucas 15: 20). Su padre corre. ¿Por qué es significativo? Porque un hombre mayor en esta cultura de Oriente Medio, especialmente si es cabeza de una familia rica, nunca correría. Hacerlo sería escandalosamente indigno. Para correr, un hombre tendría que coger la larga túnica que llevaba y atarla por encima de las rodillas. Sus piernas quedarían al descubierto, lo que le daría un aspecto totalmente vergonzoso. Incluso hoy en día en Oriente Medio los hombres no exponen sus piernas de esta manera. Pero aquí está esta figura paterna, esta figura real, que coge su túnica y se la ata, y corre por el pueblo hasta las afueras, exponiendo la desnudez de sus piernas y avergonzándose por el bien de agraciar a su hijo.
Nota del editor: Desde el punto de vista apologético, esta ceremonia de la Kezazah es notable. Es una característica conocida del judaísmo antiguo, que se remonta al Talmud (Ketubot 28b). En la narracción del hijo pródigo, esta idea aporta una línea más de evidencia que atestigua la historicidad de los evangelios, el valor didáctico de esta historia y el contexto cultural judío para interpretar la Biblia. – Juan Ferrer
¿Por qué corrió su padre?
¿Y por qué arriesgaría el padre su reputación al correr hacia su hijo? Para protegerlo de la ceremonia de la Kezazah. Corre para llegar a él antes de que el resto de la comunidad lo haga. Quiere protegerlo de la cerámica rota, del rechazo y de la declaración de la comunidad de que ha roto relaciones con el hijo. Quiere demostrarle que no es rechazado, que él sanará la vergüenza de su hijo y que puede volver a casa. Al llegar junto a su hijo, el “lo abrazó y lo besó” (Lucas 15:20b). Con una gracia inimaginable abraza y besa a su hijo. No le importa que huela a estiércol de cerdo. Lo abraza y le da la bienvenida a casa.
Quizá, como este fugitivo, tú también has sido un poco pródigo últimamente. Si es así, ¿no crees que ha llegado el momento de entrar en razón? Vuelve a casa, amigo mío, porque te espera un Padre compasivo. Mientras que muchas iglesias están felices de avergonzar aún más al pecador a través de su propia versión de la ceremonia Kezazah, podemos regocijarnos sabiendo que el latido del corazón de Dios es que Su iglesia sea un centro de sanación, no un centro de vergüenza.
Recursos recomendados en Español:
Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek
Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek
Acerca del Autor: Bobby es el pastor principal de Image Church en Charlotte, Carolina del Norte, y es conocido por su ministerio en YouTube llamado One Minute Apologist, que ahora se llama Christianity Still Makes Sense. También sirve como co-anfitrión de Pastors’ Perspective, un programa de radio sindicado a nivel nacional en KWVE en el sur de California. Bobby obtuvo su Maestría en Teología en el Seminario Teológico de Dallas, su Doctorado en Ministerio en Apologética en el Seminario Evangélico del Sur, y su Doctorado en Filosofía de la Religión en la Universidad de Birmingham (Inglaterra), donde fue supervisado por David Cheetham y Yujin Nagasawa. Bobby también ha escrito varios libros, entre ellos: El quinto evangelio, Dudando hacia la fe, ¿Existe Dios? y Otras cincuenta y una preguntas sobre Dios y la Biblia; el próximo El cristianismo aún tiene sentido que será publicado por Tyndale en abril de 2024. Está casado con su encantadora esposa Heather y juntos tienen dos hijos adultos: Haley y Dawson.
Traducido por Jennifer Chávez
Editado por Mónica Pirateque
Fuente Original del Blog: https://bit.ly/3PwvkFz